Los grandes inventores siempre piensan más allá, buscando diversas maneras de hacer las actividades diarias más prácticas. ¿Quién no soñó con tener una brillante idea, que transforme miles de vidas y encima ganar dinero por eso? Thomas Edison, por ejemplo, hizo innumerables intentos en los que fracasó, hasta llegar a inventar la lamparita eléctrica. En cierta ocasión, alguien le preguntó sobre sus intentos fallidos y él, sin dudarlo ni por un instante, respondió: “No fracasé, sólo descubrí 999 maneras de cómo no hacer una bombilla.”
Al igual que Thomas Edison, el africano William Kamkwamba, de 25 años (foto), también transitó un arduo camino. Con mucha fuerza de voluntad, logró alcanzar sus objetivos y ayudar a los que más necesitan.
Habitante de la localidad de Wimbe, situada en Malaui (África), el joven no imaginó que sería capaz de revertir la historia de miseria de toda su familia. En el comienzo del 2000, una gran sequía afectó al país, la cual mató miles de personas. Su familia y otras personas sobrevivían con una comida al día. El agua y la comida se convirtieron en cosas raras. A los 14 años, William dejó de estudiar, ya que su padre no tenía condiciones económicas para ayudarlo a llegar a la escuela. Abandonar los estudios hubiera significado trabajar duramente, excavando la tierra seca y árida, en búsqueda de una gota de agua para mojar la garganta y el alma.
Pero William rechazó ese futuro. No aceptó resignarse, aun cuando las cosas estaban muy mal. La calle de barro, que ensuciaba sus pies, no fue obstáculo para caminar todos los días 2 km, con el fin de llegar hasta la biblioteca de la antigua escuela primaria. El pequeño lugar guardaba grandes riquezas: libros donados por Estados Unidos, Reino Unido, Zambia y Zimbabue. La esperanza de una vida mejor surgió cuando comenzó a leer los libros de ciencias y física.
Con la teoría en la cabeza, el joven inventor comenzó la práctica. Decidió construir un molino de viento para dotar a su casa de electricidad en el pequeño patio de su casa. ¡Y no es que la idea haya funcionado inmediatamente! Con chatarras tomadas de depósitos de hierro viejo de la pequeña localidad africana, William construyó su cambio de vida.
“Todos nosotros, incluso mi madre, pensamos que se había vuelto loco”, dijo su hermana Doris Kamkwamba. Tres meses más tarde, su primer molino de viento agitaba a la vida. “Yo quería terminar solo para demostrar que ellos estaban equivocados”, dijo. “Yo sabía que la gente entonces dejaría de pensar que estaba loco.”
El éxito de su iniciativa originó comentarios y, en poco tiempo, el molino se convirtió en noticia, entonces, el joven fue invitado a realizar una conferencia sobre su invención, en el evento Technology, Entertainment, Design (Tecnología, Entretenimiento y Diseño – TED), en Arusha, Tanzania. Así fue como el muchacho pobre, de un país pobre, logró cambiar su historia e inspirar a miles de personas en todo el mundo.
Pero no es nuevo que personas como William Kamkwamba sacrifiquen sus vidas para conquistar lo que parecía imposible.
Su profunda expresión de enojo e indignación provenía de la insatisfacción que sentía consigo mismo, por tener que huir de su hermano. A pesar de ser bendecido, él no era la propia bendición. Su sacrificio, su lucha con Dios y su determinación cambiaron no solo su nombre a “Israel”, sino también su historia de vida (lea Génesis 32:22-30).
Y usted, ¿qué ha hecho para cambiar la situación que está viviendo? ¿Hasta cuándo quedará insatisfecho consigo mismo?
Ellos vivieron en épocas diferentes, pero tanto Jacob como William no aceptaron ser tragados por el miedo, ni por la situación.
El sacrificio, aliado a una buena idea, genera el cambio de vida.