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Ella vivía sola, no tenía hijos. No tenía a nadie…

Crecí viendo a mi padre llegar borracho y pelear con todos en mi casa…

¿Quién, en el ejercicio de su fe, cayó delante de los enemigos?

Si para las cosas seculares el silencio ya vale oro, ¿qué diremos de las cosas espirituales?