“Y el criado tomó diez camellos de los camellos de su señor, y se fue, tomando toda clase de regalos escogidos de su señor; y puesto en camino, llegó a Mesopotamia, a la ciudad de Nacor.
E hizo arrodillar los camellos fuera de la ciudad, junto a un pozo de agua, a la hora de la tarde, la hora en que salen las doncellas por agua.”,
(Génesis 24:10-11).
En los tiempos bíblicos, tal como hoy en las regiones desérticas, un camello era un bien preciosísimo. “Creado” para el desierto, el gran mamífero puede pasar días sin tomar agua y soporta largos recorridos como cabalgata en caravanas o transporte de cargas. Son dos las especies: el camello-bactriano (Camelus bactrianus), con dos jorobas, y el dromedario (Camelus dromedarius), con solo una. Ambos son resistentes y útiles, con algunas particularidades.
Del género de los ungulados artiodáctilos (dos dedos de apoyo en cada pata), el camello tiene las patas adecuadas para la arena. El formato chato en la base, con una división en el medio, permite que ellos no se hundan en el suelo arenoso y blando, por más que carguen peso. Por eso mismo, sus pisadas no son tan profundas como las de otros animales de montaña. El guanaco sudamericano, vicuña, llama y alpaca también son del grupo de los camélidos, bien adaptados a grandes alturas y frío.
Algunas culturas utilizan la leche del camello, su carne y la piel, para la confección de ropa, pero el principal uso es como animal de tracción. Hace milenios es domesticado, siendo rarísimo hallar ejemplares de vida salvaje, como en los parques ambientales de Australia. Hay tres especies ya extinguidas.
La palabra camello viene del griego kamelos, que a su vez deriva del hebraico g?m?l, adaptado del árabe jamala (“soportar”, “cargar”). Pueblos antiguos ya lo domesticaban cerca de 2 mil años antes de Cristo. La vida útil del animal es larga: puede llegar a la edad de 50 años, si es bien tratado.
Jorobas
Un camello puede quedarse por largos períodos sin beber agua y sin comer. Sin embargo, al contrario de lo que se cree, sus famosas jorobas no son “cisternas”, reservas de agua. Son grandes depósitos de grasa, necesaria para la nutrición del animal. Si la grasa se esparciera por todo el cuerpo, como en la mayoría de los mamíferos, el calor concentrado en él sería mayor, ya que el tejido adiposo conserva la temperatura, no permite que se pierda por pasar al ambiente con facilidad. Como ella se concentra en las jorobas, el resto del cuerpo no se queda con temperatura elevada, garantizando la gran resistencia del camello al calor.
Los riñones y los intestinos del camello son muy eficientes en lo que dice al respecto de la retención de agua. Ayudan a conservarla en el cuerpo, sin ser necesario que el animal necesite beberla con tanta frecuencia. La orina, por ejemplo, es viscosa, y las heces bien secas (pueden hasta ser usadas como leña en las hogueras de los campamentos) sin que haya gran pérdida hídrica. El agua queda esparcida en la corriente sanguínea, en los glóbulos rojos, que llegan a aumentar 2,5 veces para contener el líquido. Además de eso, esos glóbulos son óvalos, al contrario de los de otros mamíferos, que son redondos – en el primer caso, es más fácil que circulen, aún cuando hay poca agua en el organismo
El pelaje esparcido también ayuda en la refrigeración corporal con pelos largos solamente donde es necesario un poco más de calor en la noche. Los orificios especiales de su hocico permiten que no haya tanta pérdida de vapor de agua cuando el expira, haciendo con que gran parte de ella vuelva al cuerpo.
Un camello adulto puede llegar a tomar 200 litros de agua de una sola vez, y alimentarse preferentemente de plantas suculentas y con muchas sales (que también lo ayudan a retener agua).
Camello y dromedário
Un camello bactriano acostumbra ser más obediente y dócil que un dromedário. Se deja agarrar y arrear con facilidad. Cuando en una caravana, el se detiene, es señal de que la carga se está cayendo, o que llama la atención de los arrieros a que la reorganicen encima del animal. Mientras que, de tan manso, llega a ser extremadamente miedoso. Si un pequeño animal como un perro desconocido, o una liebre, se cruza en su camino inadvertidamente, él puede rápidamente huir, seguido por toda la caravana.
Un dromedario puede alcanzar una velocidad de 16 kilómetros por hora, por hasta 18 horas seguidas. Los camellos son más lentos: alcanzan cerca de 5 kilómetros, pero resisten mejor el peso sobre su lomo.
La tolerancia a quedarse sin beber agua por mucho tiempo es común a ambos. Hay registros de ejemplares que ya se quedaron hasta 17 días sin una gota.
El dromedario es más común en el Oriente Medio y en África, mientras que el camello es más frecuente en Asia. La domesticación hace con que los hombres lleven ejemplares de los dos a muchos lugares del planeta mezclándolos bien. Hay camellos y dromedários en todos los continentes. Llegaron inclusive a Brasil, en los tiempos del Imperio, pues D. Pedro II descubrió que podrían ser una buena opción para los lugares con poca agua. Hoy, algunos son encontrados en playas turísticas del Nordeste, para paseos. Los Estados Unidos también intentaron usar los camellos para su ejército, pero abandonaron la idea en el siglo XX. Soldados ingleses los usaron en gran escala en la exploración de África. En algunos países como Afganistán, también es común hallarlos tirando de carros en lugar de llevar a los pasajeros cargados directamente en su lomo.
En los tiempos bíblicos, eran los animales más valiosos de los rebaños por su gran versatilidad y utilidad.