En un principio, la Biblia estaba disponible solamente en hebreo, la lengua original, con algunas variaciones en arameo. Pero la historia cambiaría esa situación. Desde el cautiverio en Babilonia, los judíos vivieron lejos de Israel y de Judá. Conquista tras conquista, en los tiempos del Antiguo Testamento, Alejandro El Grande, extendió sus dominios de tal manera que el griego se volvió la lengua oficial de cada lugar que se añadía a su reino. Para los judíos nacidos en el exilio, el hebreo pasó a ser una lengua secundaria, prácticamente de uso doméstico, porque públicamente el griego era la base de la comunicación bajo cualquier circunstancias.
Alrededor del siglo III a. C., la comunidad judía en Alejandría, Egipto, era muy grande. Usar la Biblia en un lenguaje que no era tan conocido por todos disminuía su poder de divulgación. La preocupación de que la lengua original desapareciera de a poco y la de la Sagrada Palabra se disolvió en el tiempo de la era real.
Por lo que se sabe de esa historia, 72 sabios judíos fueron encomendados para ir de Israel a Egipto para traducir la Torá (libro sagrado judío que equivale al Pentateuco que son los primeros cinco libros de la Biblia) al griego y, de esa manera, hacerla accesible al pueblo. Debido a los 72 traductores, el libro se hizo conocido como la Septuaginta, palabra basada en el latín para designar la idea de las siete decenas. En un principio, los 72 eruditos tradujeron solo el Pentateuco. Con el tiempo, se fueron traduciendo los demás libros, en un período que comprendió, aproximadamente, un siglo.
Incluso cuando el imperio de Alejandro (que fue inmenso), pero duró aproximadamente 10 años, terminando con la muerte del monarca) fue tomado por los romanos, el griego koiné, por mucho tiempo fue la lengua internacional de los territorios antes alejandrinos. El koiné era una versión más simple, muy popular, un poco diferente del idioma original.
La traducción al griego posibilitó, incluso, que la Biblia pudiera entrar en los hogares no judíos, comenzando una mayor divulgación sobre la Ley y sobre Dios. También los gentiles que no se convertían al judaísmo tenían mucha consideración a las costumbres judías, el respecto al Dios Único y a las leyes de Moisés.
Abriendo camino
La Septuaginta fue usada, inclusive, por personajes bíblicos muy importantes. Era citada por Jesús, cuando hablaba sobre la Palabra. Felipe también se la explicó al eunuco etíope cuando viajaban (ilustración), haciendo que el extranjero se convirtiera. El apóstol Pablo usaba esos textos en sus evangelizaciones. Como esas, muchas otras citas del Antiguo o Nuevo Testamento se basaron en la Septuaginta.
Indudablemente, la Septuaginta sirvió de base para la divulgación de la Buena Nueva aun el 1° siglo después de Cristo. Eso queda muy claro en los escritos del Nuevo Testamento, sobre todo en los pasajes de los viajes de Pablo.
“… testificando a judíos y a gentiles acerca del arrepentimiento para con Dios, y de la fe en nuestro Señor Jesucristo.”, Hechos 20:21.
“… mas para los llamados, así judíos como griegos, Cristo poder de Dios, y sabiduría de Dios.”, (1 Corintios 1:24).
“Porque por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo, sean judíos o griegos, sean esclavos o libres; y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu.” 1 Corintios 12:13
Más traducciones en el mundo
La conversión al griego permitió que la Palabra se esparciera no solo entre los adeptos al koiné, en los tiempos alejandrinos, sino en los posteriores. Desde el griego fue más divulgada, otras naciones tuvieron acceso a la Septuaginta y pudieron traducirla a sus lenguas. Por esos motivos, para los investigadores de la Biblia estudiarla, aún es muy importante.
[fotos foto=”Cedidas”]
[related_posts limit=”5″]