“Vosotros también, hijos de Sión, alegraos y gozaos en el Señor, vuestro Dios;
porque os ha dado la primera lluvia a su tiempo,
y hará descender sobre vosotros lluvia temprana y tardía, como al principio”
Joel 2:23
Usada en canciones de alabanza y en la Palabra, la expresión “lluvia tardía” muchas veces escapa a la comprensión. Ese término es frecuentemente usado en la Biblia junto con otro, “lluvia temprana”, en alusión tanto a la precipitación pluviométrica propiamente dicha (cantidad de precipitación sobre un punto de la superficie terrestre) como simbólicamente, refiriéndose al derramamiento de las bendiciones de Dios y del Espíritu Santo sobre nosotros.
En cualquier punto del planeta, las lluvias son determinantes para la agricultura. Tanto el exceso como la falta, amenazan a cosechas enteras – en algunas localidades, existen buenos métodos de irrigación, lo que garantiza el riego necesario. En los tiempos bíblicos, no era diferente. Además de las lluvias en su estación habitual del año, había dos precipitaciones muy bien recibidas por los hombres de la plantación.
Las lluvias tempranas (fuera de época, como el propio nombre lo indica) caían antes de la temporada lluviosa normal. Éstas, preparaban el suelo para la siembra, dejándolo húmedo y más blando, muy apropiado para la manipulación necesaria.
En analogía al aspecto espiritual, la lluvia temprana simboliza el primer derramamiento del Espíritu Santo, que preparó al mundo para la siembra del Evangelio. También representa la época en que alguien acepta a Jesucristo como su Señor y Salvador – prepara nuestro espíritu, para que brote en nuestra vida, la semilla de la verdad. Pero esta semilla necesita ser cuidada, cultivada diariamente.
La lluvia tardía, caía tardíamente, como lo evidencia el término. Descendía después de la estación lluviosa normal, de manera más suave, pero abundante. Preparaba el cultivo para la cosecha, ya que su suavidad propiciaba un suelo perfectamente hidratado, abasteciendo a las plantas y haciendo que sus frutos, hojas y granos obtuvieran más volumen, maduraran, y pudieran cosecharse más calidad y abundancia.
Espiritualmente, representa el derramamiento final del Espíritu, aun por venir, como está citado en Apocalipsis. “Madurará” el pueblo cristiano para la “cosecha” que el Señor hará en la Tierra.
En la época de los acontecimientos narrados en la Biblia, los labradores consideraban las lluvias tempranas y tardías como bendiciones; los años que éstas faltaban, la abundancia y la calidad de la plantación no eran las mismas. Los granos eran más secos, las frutas y legumbres también, y los pastizales ofrecían menos alimento para el ganado, y perdía peso.
En la vida espiritual, la simbología es muy apropiada. La persona recibe al Padre, al Hijo y al Espíritu en abundancia, para de esa forma, comenzar su camino. Luego, le sigue, lo que sería la temporada normal de las lluvias: el día a día del cristiano, abastecido diariamente por la fuerza y por las bendiciones de Dios, cuando se somete a Su voluntad y vive como verdadero siervo (cultiva) en lo cotidiano. En relación al futuro, tiene la seguridad, con su fe, del derramamiento final que lo preparará para la vida definitiva revelada en el último libro de las Escrituras.
“Por tanto, hermanos, tened paciencia hasta la venida del Señor. Mirad cómo el labrador espera el precioso fruto de la tierra, aguardando con
paciencia hasta que reciba la lluvia temprana y la tardía.
Santiago 5:7