El domingo 16 de diciembre, miles de personas se hicieron presentes en el Cenáculo del Espíritu Santo de Hamamatsu, en Japón, para pedirle a Dios que se terminen las angustias, los dolores, las inseguridades y el sufrimiento.
En esa oportunidad el obispo Marcelo Rocha, responsable del trabajo de la IURD en el lugar, clamó por todos los que participaron de la Hoguera Santa de Israel, determinando que la grandeza de Dios se manifestará en la vida de cada persona que participó.
Durante el mensaje, el obispo leyó el pasaje bíblico de Lucas 13:1-5, destacando que la muerte llega sin avisar y puede alcanzar a cualquier persona. “El Señor Jesús ha advertido que todos necesitan arrepentirse para que no perezcan. Muchos están vivos, sin embargo, para Dios están muertos espiritualmente. Cuando la persona se arrepiente de sus pecados y acepta al Señor Jesús como Salvador, “resucita”, tiene una nueva vida con Dios”, afirmó.
Hubo incluso una oración especial por las parejas, que fueron orientadas acerca de la manera de alcanzar una relación feliz. “Con 21 años de casados, mi amor por mi esposa solo ha aumentado cada día. Hubo peleas, desacuerdos, pero Dios transformó nuestra relación. Después de Dios, ella es lo más importante para mí”, afirmó el obispo.
Familia restaurada
Presentes en la reunión, Alexandra Camargo sabe lo que es sufrir desde pequeña. En su infancia, supo de la infidelidad conyugal de su padre. “Vi a mi madre sufriendo callada, encerrándose en su habitación por días, y esa imagen me marcó y me acompañó como un fantasma. La separación de mis padres fue una etapa terrible. Aunque era pequeña, yo ya deseaba la muerte”, recuerda.
Alexandra se volvió una adolescente rebelde, pues no quería sufrir de la misma manera que su madre. Durante mucho tiempo pensó que no encontraría a la persona ideal. “Algunos años pasaron y me casé con mi mejor amigo, pensando que la felicidad sería para siempre. Pero no pasó mucho tiempo para que los problemas comenzaran a surgir. Fuimos víctimas de la envidia, y mi tan soñado matrimonio feliz se derrumbó”, recuerda.
Totalmente perdida, Alexandra decidió ir a vivir a Japón. Mientras tanto, sus problemas empeoraron, pues, allá, veía a su marido pasar los fines de semana fuera de casa, siempre buscando excusas para salir, dejándola sola.
“Ya no soportaba más mantener un matrimonio de apariencia. No sabía qué hacer, ni tenía fuerzas para luchar. Estaba viendo a mi hogar destruyéndose y no lograba hacer nada más que llorar”, cuenta.
Una esperanza surgió en su vida, cuando comenzó a participar de las reuniones en el Cenáculo del Espíritu Santo. “En una Hoguera Santa de Israel me lancé, pues no soportaba más tanto sufrimiento. Estaba cansada y quería un cambio”, cuenta.
Los cambios se produjeron. Dios honró el sacrificio de Alexandra, salvando su matrimonio. “Él libró a mi marido de la muerte y lo transformó. Hoy, él es una persona maravillosa con quien tengo el placer de compartir mi vida. Es un amigo, compañero y mi eterno novio”, festeja.