“A pedido del Altísimo dejé mi piercing en el Altar. Al principio creí que estaba equivocada, ya que formaba parte de mi cuerpo y no lo exhibía, lo veía como inofensivo. Pero Dios fue especifico en el pedido y yo fui obediente. Gracias a Dios por eso, pues mi hija de 15 años relató que mi entrega en el Altar la hizo reflexionar sobre su deseo de colocarse un piercing. ¡Gran liberación! Quién sabe si esa sería la puerta para otros maleficios. Al final, puerta cerrada, etapa vencida, estoy más libre, linda, discreta, plena y lista para ser una buena influencia para mi hija y otras mujeres”. Cris Conrado