“… porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores. Mas tú, oh hombre de Dios, huye de estas cosas, y sigue la justicia, la piedad, la fe, el amor, la paciencia, la mansedumbre.”, (1 Timoteo 6:10, 11).
“El ladrón no viene sino para hurtar y matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia.”, (Juan 10:10).
¿Cómo separar una advertencia bíblica contra la riqueza, de una promesa, también bíblica, a favor de la riqueza? ¿Es posible tener vida con abundancia sin ser rico? No hay manera de responder a tales cuestiones sin apelar al elemento fundamental en las cuestiones bíblicas: la fe.
La fe es agresiva, valiente y locura porque se apoya en las Sagradas Escrituras y, por eso, va con todo el poder contra los argumentos de la lógica natural. Por la lógica, ¿cómo aceptar el hecho de que todo el sistema solar se detenga con una palabra de fe? ¿Cómo abrir las aguas de un mar con un cayado? La fe es locura porque no considera las circunstancias naturales y obliga a que suceda lo que ella determina.
Los que quieren ser ricos caen en la tentación cuando se dejan llevar por una fe según los deseos de un corazón engañador que desprecia la voluntad del Espíritu de Dios. La fe es una virtud del Espíritu Santo para realizar Su voluntad. Dios no nos ha dado la fe con el fin de corresponder a las concupiscencias de la carne. ¿Quién se atreve a pensar en usar el Poder de Dios para satisfacer al diablo? Lo mismo sucede con respecto a la codicia de las riquezas para fines puramente egoístas.
El Señor Jesús quiere que tengamos vida, y vida con abundancia. Sin embargo, primero tenemos que buscar Su Reino y Su justicia para que entonces todo lo demás nos sea añadido. ¿Cómo adquirir las Promesas del Reino de Dios sin primero entrar en él? Primero hay que entrar en él para entonces tomar posesión de sus beneficios (Mateo 6:33).
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