Puerto seguro es mucho más que el nombre de una ciudad de Bahía, en Brasil. Para los que viven en el mar, es un verdadero símbolo de supervivencia, un respiro, un descanso físico y mental de tantos peligros y preocupaciones que afligen a los que están constantemente en las olas.
La vida también tiene sus momentos en el mar. A veces, tranquilos, hermosos, relajantes. En otros, hay tempestades y maremotos o amenazas de un naufragio. El matrimonio encaja perfectamente en esta comparación, y también necesita un puerto seguro.
Las mujeres viven en un mar de emociones fuertes, a veces intensificados por los cambios hormonales que atraviesan todos los meses, y necesitan un puerto seguro que las inspire y tranquilice. ¿Adivina de quién estamos hablando, querido lector? Sí, de usted. Un marido debe proporcionar esta seguridad, en momentos tormentosos o tranquilos de aguas serenas.
En realidad, es una cuestión de equilibrio. Muchas mujeres no logran evitar la fuerte influencia de las emociones, pero las ayuda mucho notar que su marido es la “tierra firme” tan necesaria. Ella, emotiva, se da cuenta de que en él, racional, está a salvo.
El papel del marido es ser protector, guardián de su esposa y de su familia. Pero él solo puede hacer esto si realmente estuviere definido en sus objetivos y sabe cómo alcanzarlos. Un hombre así inspira, tranquiliza y hasta contagia a su mujer de un poco de coraje, pues ella no es solo un ser frágil que debe ser protegido, sino una aliada fuerte y que debe ser respetada en la lucha diaria por la vida, aunque de vez en cuando necesite un abrazo. Es impresionante como solo el hecho de que ella se sienta firme en él, lo respete y admire en su identidad masculina ya genera una fuerza muy útil cuando surgen los problemas. De esta manera, ella también cuida al compañero de su vida ayudándolo a mantener ese enfoque. “Los maridos que son emotivos, indefinidos, pasivos e inseguros se han hundido en el mar de los sentimientos e hicieron que sus esposas se ahoguen con ellos”, dijo el obispo Edir Macedo en su blog. “Algunos de ellos incluso intentan hacer de sus mujeres un puerto seguro, pero solo ellos pueden tener esa responsabilidad en relación a sus mujeres, porque para eso fueron capacitados.”
Y el obispo va más allá: “Si usted, hombre, ha sufrido las constantes quejas de su esposa, analice en qué aspecto ha dejado de transmitirle seguridad. El asunto del que ella se queja no es lo que realmente le molesta, sino que la raíz de su malestar está en el hecho de que usted no le transmita seguridad a través de su actitud”.
En resumen, si usted desea el puesto de capitán en ese navío llamado familia, debe ser un hombre que su esposa tenga el placer de ayudar “y no alguien cuyo papel deba hacerlo ella, más allá del que le pertenece”, explica el obispo. Cada capitán necesita un oficial inmediato a su lado y no a una persona que tenga más miedo del desempeño del líder de la tripulación, que los peligros de los abismos oceánicos.
Consciente de esta responsabilidad, por lo menos queda un poco más fácil definir sus objetivos. Incluso con olas gigantes, los monstruos marinos y los ataques piratas de la vida, la certeza del puerto seguro en su debido lugar hace mucha diferencia, y no solo en la llegada, sino en todo el viaje.
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