“Escucho que tengo que vivir por mi propia fe, y no a la sombra de alguien. Pero ¿cómo puedo lograr eso?, si no me siento capaz de andar con mis propias piernas?”- Amiga.
Respuesta:
Cuando la persona actúa por la fe, la fe propia, no depende de circunstancias favorables o del favorecimiento de terceros; no se apoya en nadie ni vive de referencias. Los hombres y mujeres de Dios, en el pasado, no tenían referencias para ser lo que fueron.
No vivir a la sombra de alguien es tener una fe independiente y perseverar en ella.
No es una fe para que las personas la vean como “espiritual”, para revelarse como “de Dios” o para que se sienta bien. Reflejarse en alguien, admirar ciertas actitudes y seguirlas, porque encuentra un excelente ejemplo a seguir, no es problema. El problema existe cuando las personas no quieren tener una fe propia y dependen exclusivamente de la opinión y de las actitudes de los demás.
Tenemos ejemplos, pero no debemos ser como muñequitos manipulados por las personas, debemos tener algo nuestro. Esto es inteligente y coopera para nuestro desarrollo.
Usted tiene una fe, pero si queda escondida es porque no cree, no se entrega por esta certeza. Y si usted no muestra que cree es porque, de hecho, no cree. Por eso no tiene experiencias nuevas, no sucede nada nuevo, porque no provoca nada.
Vive en la dependencia de que alguien la sacuda para despertar. Si su fe está muerta, usted no agrada a Dios y no hay manera de agradarlo siendo normal, haciendo las mismas cosas. Si no hay sed de desafío, la fe se muere, ya que solo imitar a alguien no exige desafíos.
¡La fe le permite desafiarse a si misma! ¿Quien puede enseñarle eso? Nadie.
“Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve.” (Hebreos 11:1)
(*) Respuesta extraída del blog de Viviane Freitas.