Lidiar con alguien que todo el tiempo intenta engañarnos no es una tarea fácil. Cuando identificamos a una persona así, nos protegemos, no le contamos mucho sobre nuestra vida y, principalmente, desconfiamos de ella. Es decir, quedamos atentos a todos sus movimientos, con la intención de prevenirnos de lo que intente hacer contra nosotros. Es como si el instinto de autoprotección se despertara automáticamente en nuestro interior.
¿Y si le digo que nuestro peor enemigo no está del lado de afuera, sino del lado de adentro? Este enemigo se llama corazón. Sí, él, al que se lo relaciona tanto con el amor, en realidad es un rival cruel. Esta afirmación puede encontrarla en la Biblia: «Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá?», Jeremías 17:9. La definición de engañoso es: «característico de aquello que engaña; hecho o desarrollado para engañar»; y engañar es: «inducir al error; hacer caer en el error». Esa es la principal característica del corazón.
Seguramente, mientras usted lee este texto, se debe acordar de las innumerables veces que fue engañado, porque él, su corazón, lo llevó a tomar determinadas decisiones que, al final, lo hicieron «romperse la cara contra la pared». O peor, tal vez hasta hoy usted esté cosechando los malos frutos de esas decisiones.
Entendiendo al enemigo
Todos ya fuimos víctimas del corazón, no a causa de los problemas cardíacos, ya que no es de ese órgano vital que bombea sangre al cuerpo del que estamos hablando. El corazón mencionado en la Palabra de Dios corresponde al centro de la vida y representa nuestra alma. Después de todo, el corazón y el alma son sinónimos en las Sagradas Escrituras. ¿Por qué él nos engaña? Porque es el responsable de concentrar todos los sentimientos. Cuando el corazón se alegra, el alma también, porque el corazón la representa. De la misma manera, si el corazón duele al ser contrariado, el alma también dolerá. En esta secuencia de sentimientos, por supuesto que él deseará sentir lo que le proporcione placer, sin pensar en las consecuencias.
En hebreo, el versículo que afirma que el corazón es engañoso quiere decir lo siguiente: «el corazón nos hace perseguir todo lo que quiere», en otras palabras, intenta volvernos marionetas a favor de sus deseos. Por eso, siempre está en conflicto con nuestra mente, que es nuestro espíritu, nuestro razonamiento, el que nos alerta sobre lo que es correcto.
No obstante, muchas personas se rinden ante los caprichos de este enemigo y terminan sufriendo, por apoyarse en la excusa de «no puedo controlar mi corazón».
El propio Señor Jesús alertó que las actitudes de una persona parten de su corazón, porque de él «… salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los hurtos, los falsos testimonios, las blasfemias», lea Mateo 15:18-20. Si él causa tanto mal, ¿por qué quiere sentir placer y satisfacer sus propios anhelos? La explicación está en el Jardín del Edén. El plan original de Dios no era que fuera así. Adán y Eva eran puros, y su corazón latía de acuerdo con la voluntad de Dios, sin embargo, desde el día que eligieron desobedecer a Dios, el mal pasó a formar parte de la naturaleza humana y el pecado se instaló en la humanidad. Ella se separó de su legítimo Señor y Creador, que la amaba, y le entregó el control de su alma (corazón) a un señor perverso, engañador y destructor, el diablo. De esta manera, el resultado de su pecado pasó a ser la muerte.
En función del corazón maligno heredado de Adán, todos nacimos esclavos del pecado, opuestos a lo que es justo y con la tendencia hacia lo que está mal. Por este motivo, el alma siempre está dispuesta a pecar y, si sus decisiones se basan en la voz del corazón, ella realmente pecará. Solo hay una manera de revertir esta situación.
Transformado y protegido
A pesar de que el corazón juega con nosotros todo el tiempo, la Palabra de Dios nos alerta que también debemos protegerlo, más que a todo. La explicación es simple: «… porque de él mana la vida», Proverbios 4:23. Eso reafirma el hecho de que el corazón es el centro de nuestro ser y la causa de todo lo que decimos o hacemos, como está escrito: «El hombre bueno, del buen tesoro de su corazón saca lo bueno; y el hombre malo, del mal tesoro de su corazón saca lo malo; porque de la abundancia del corazón habla la boca», Lucas 6:45.
Guardar el corazón es hacer que Dios habite en él, pero, para eso, es necesario abandonar todo lo que lo corrompe, como explica el obispo Edir Macedo: “Aunque el corazón esté lleno de errores y pecados, sigue teniendo un valor inestimable para Dios, porque, allí, quiere hacer Su morada, pero no puede hacerlo en un corazón rebelde, corrupto, indomable y orgulloso; es necesario que el corazón sea sumiso a Él. Para ganar el alma de las personas, Dios promete cambiar el corazón de ellas: «Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne. Y pondré dentro de vosotros Mi Espíritu, y haré que andéis en Mis estatutos, y guardéis Mis preceptos, y los pongáis por obra», Ezequiel 36:26-27.
Solo cuando recibimos este nuevo corazón y en él habita el Espíritu Santo es cuando logramos protegerlo. De esta manera, comenzamos a ser orientados por el único que conoce nuestra esencia.
A pesar de tener un corazón nuevo, debemos vigilarlo siempre, para confrontar sus deseos con lo que dice la Palabra de Dios. Con respecto a esto, el obispo Macedo orienta que «cuando leemos la Biblia, el Espíritu Santo moldea el carácter de Dios dentro de nosotros y nos hace saber cómo tomar nuestras decisiones».
Mantener el corazón protegido, de acuerdo con la Palabra de Dios y puro de toda la contaminación de este mundo, es nuestra responsabilidad. Por eso, ser negligentes en este aspecto no pone en riesgo solo nuestra vida en este mundo, sino en la Eternidad.
Participe de la Escuela de la Fe Inteligente todos los miércoles a las 8 h, 10 h, 12 h, 16 h y, principalmente, a las 20 h, en Avenida Corrientes 4070, Almagro, o en la Universal más cerca de su domicilio.
Si en su localidad rigen las medidas sanitarias que le impiden participar de las reuniones de manera presencial, usted podrá hacerlo de manera online, a las 20 h, a través de:
*La radio Red Aleluya FM 106.3 y en todas sus repetidoras del país o por Radio Buenos Aires AM 1350.
*La App Red Aleluya Argentina. Podrá descargarla gratuitamente a través de App Store o Play Store.
Si usted quiere comunicarse con nosotros, puede hacerlo llamando al (011) 5252-4070.