Más que un libro, la Biblia nos presenta a un Dios inigualable y es a través de ella que Él nos habla de una manera especial y particular. Entienda su importancia y cómo encontrar la dirección en cada lectura
Desde la creación del mundo, Dios Se comunica con la humanidad. Al principio, Adán y Eva escuchaban la voz del propio Dios y conversaban con Él al aire del día (Génesis 3:8). En Génesis 12, leemos que, al hablar con Abraham, Dios le hizo promesas; Moisés escuchó el llamado de Dios para liberar a Su pueblo (Éxodo 3:4); y Josué escuchó del Señor palabras de valentía y ánimo (Josué 1). A lo largo del Antiguo y del Nuevo Testamento, Dios Se presenta como la propia Palabra, el Verbo: «… y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios» (Juan 1:1).
De esta manera, podemos observar Su voz al llamarnos, al consolarnos, al darnos orientaciones valiosas, al llamarnos la atención con respecto a nuestro estado espiritual o al invitarnos a renovar nuestra alianza con Él. En Su Palabra, podemos escuchar la voz de un Padre misericordioso, que conoce y ama a Sus hijos, que nos alivia y nos conduce a un camino asertivo, aun en medio de tantos desafíos y dificultades. También nos dice lo que necesitamos escuchar, pero que no siempre nos gustaría saber. Ese mismo Padre desea hablar con nosotros actualmente, y Le damos esa oportunidad a través de la lectura de la Biblia y de la meditación en ella. Con el comienzo de un nuevo año, vale la pena priorizar a Quien nos quiere bien durante todo el año y desarrollar esa intimidad tan necesaria para mantener la comunión con Él: a través de la oración, hablamos con Él y, a través de la lectura de la Biblia, Él habla con nosotros.
La prueba del mundo
Mientras que muchos libros se vuelven obsoletos y caen en el olvido, la Palabra de Dios se mantiene, incluso ante muchos intentos de descréditos y ataques. El filósofo francés Voltaire escribió que, en un lapso de 100 años, la Biblia desaparecería de nuestra existencia, no habría ningún ejemplar, a no ser en los estantes, en las vidrieras y en las muestras de los museos. Por otro lado, el político norteamericano Robert Ingersoll, a mediados del siglo 19, creyó que, en 15 años, la Biblia sería «enterrada en una morgue». Muchos fueron los gobernantes y «revolucionarios» que retuvieron, prohibieron e incluso quemaron Biblias (como aún sucede en China y Corea del Norte), ¡pero la Biblia vive! Además, la Palabra de Dios no se calla y se renueva día a día; es viva y eficaz, capaz de discernir los pensamientos y las intenciones (Hebreos 4:12). En ella, conocemos el carácter de Dios, Sus planes para nosotros y recibimos todo el cuidado para que nuestra fe tenga una base sólida. También conocemos historias y dilemas en los que logramos observarnos a nosotros mismos. Por otro lado, en la Biblia, no encontramos un manual de obligaciones, sino la libertad como decisión y las respuestas a diferentes preguntas. La Palabra de Dios realmente nos empodera.
Irremplazable
Aunque la Biblia sea la obra literaria más leída de la historia, no son todos los que extraen para su vida lo mejor de Dios a través de Su lectura. Mucho más que un libro, la Palabra de Dios nos revela a Su Espíritu. Por eso, además de entender la importancia de las Sagradas Escrituras, es necesario comprender que se trata de un libro diferente de todos los demás y, por lo tanto, la lectura debe ser especial.
Recientemente, el obispo Edir Macedo dijo que “el poder de la palabra es muy grande” y que las personas no siempre entienden “el poder que tienen las palabras”. Con la palabra, “usted puede matar a una persona sin tocarla. Si la palabra del hombre tiene el poder de quitar una vida, la Palabra de Dios tiene el poder de darle vida al que cree en ella”.
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