El orgullo impide que las personas se arrepientan luego de haber caído en pecado, sin embargo, la humildad provoca el verdadero arrepentimiento, hace que la persona se levante y siga adelante.
Nadie está inmune a las sugerencias del diablo, David tampoco lo estuvo, incluso teniendo un corazón según el corazón de Dios.
“Pero Satanás se levantó contra Israel, e incitó a David a que hiciese censo de Israel. Y dijo David a Joab y a los príncipes del pueblo: Id, haced censo de Israel desde Beerseba hasta Dan, e informadme sobre el número de ellos para que yo lo sepa. Y dijo Joab: Añada el Señor a Su pueblo cien veces más, rey señor mío; ¿no son todos éstos siervos de mi señor? ¿Para qué procura mi señor esto, que será para pecado a Israel?” 1 Crónicas 21:1-3.
No había ningún problema en que David hiciera un censo, el problema era la intención que había por detrás de ese acto. De esta manera, él no estaba confiando en Dios, sino en la fuerza de su ejército.
Él no se dio cuenta de que esa idea provino del diablo y, por haber actuado así, una plaga mató a setenta mil hombres, en otras palabras, debido a ese proceder, David perdió gran parte de su ejército.
No obstante, tras el arrepentimiento de David, Dios lo levantó e hizo que la mortandad cesara:
“He pecado gravemente al hacer esto; Te ruego que quites la iniquidad de Tu siervo, porque he hecho muy locamente. (…) Dame este lugar de la era, para que edifique un altar al Señor; dámelo por su cabal precio, para que cese la mortandad en el pueblo. (…) Y edificó allí David un altar al Señor, en el que ofreció holocaustos y ofrendas de paz, e invocó al Señor, quien le respondió por fuego desde los cielos en el altar del holocausto.” 1 Crónicas 21:8,22,26.
Lo que le sucedió a David nos deja la siguiente lección: Si la persona confía en Dios, permanece de pie y vence, pero si su confianza está en algo o alguien, cuando estos falten, la persona caerá.
Si usted reconoce que se encuentra caído por un pecado que cometió, ahora tiene la oportunidad de hacer lo mismo que hizo David: arrepiéntase, busque el perdón de Dios y entregue su vida en altar.