Los famosos apóstoles de Jesús eran hombres comunes, llamados por Él para ayudar a divulgar la Palabra de Dios. Eran pastores, pescadores, recaudadores de impuestos, y otras funciones bien comunes, sin embargo indispensables en la vida cotidiana.
A pesar de la honra de acompañar los pasos del Mesías y continuar esparciendo el Evangelio después de Su muerte, resurrección y subida a los cielos, el Señor Jesús les había advertido que la vida no iba a ser nada fácil para todos ellos. Los riesgos no iban a ser pocos.
Mas seréis entregados aun por vuestros padres, y hermanos, y parientes, y amigos; y matarán a algunos de vosotros; y seréis aborrecidos de todos por causa de Mi nombre. Lucas 21:16-17
Aun así, ellos escogieron el camino de Cristo, por amor a Dios – excepto Judas Iscariote, que tenía otros intereses, a pesar de que Jesús hubiese profetizado el hecho, y la Palabra demostrase que existía la influencia de Satanás. Todos sabían que, como el Mesías, ellos también serían perseguidos.
“Si el mundo os aborrece, sabed que a Mí me ha aborrecido antes que a vosotros.
Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero porque no sois del mundo, antes Yo os elegí del mundo, por eso el mundo os aborrece.
Acordaos de la palabra que Yo os he dicho: El siervo no es mayor que su señor. Si a Mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán; si han guardado Mi palabra, también guardarán la vuestra.
Mas todo esto os harán por causa de Mi nombre, porque no conocen al que me ha enviado.”
Juan 15:18-21
La muerte los acechaba de cerca. La mayoría fue literalmente ejecutada por sus enemigos, inclusive grandes líderes de la época.
“He aquí, Yo os envío como a ovejas en medio de lobos; sed, pues, prudentes como serpientes, y sencillos como palomas.
Y guardaos de los hombres, porque os entregarán a los concilios, y en sus sinagogas os azotarán;”
Mateo 10:16-17
Uno de los apóstoles cuya muerte está registrada en las Escrituras es Jacobo (el hermano de Juan)
“En aquel mismo tiempo el rey Herodes echó mano a algunos de la iglesia para maltratarles. Y mató a espada a Jacobo, hermano de Juan.”
Hechos 12:1-2
Y otro seguidor de Cristo cuyo fin se relata en la Biblia es Judas Iscariote, que traicionó a Jesús, influenciado por el diablo. Se ahorcó, corroído por el remordimiento:
“Entonces Judas, el que Le había entregado, viendo que era condenado, devolvió arrepentido las treinta piezas de plata a los principales sacerdotes y a los ancianos, diciendo: Yo he pecado entregando sangre inocente. Mas ellos dijeron: ¿Qué nos importa a nosotros? ¡Allá tú!
Y arrojando las piezas de plata en el templo, salió, y fue y se ahorcó.”
Mateo 27:3-5
En cuanto a los otros discípulos directos de Jesús, y los que no Lo conocieron personalmente, pero Lo siguieron fielmente, como Pablo, sus muertes son más conocidas debido a la tradición que a registros históricos. Los datos son imprecisos, pero son lo más aproximado que encontramos hoy.
Pedro: Habría sido crucificado en Roma durante la persecución del emperador Nerón a los cristianos. Existe la creencia de que habría sido crucificado cabeza abajo (ilustración). Hay dos versiones sobre el motivo: la primera indica que fue él mismo quien pidió que así fuera por no hallarse digno de morir de la misma forma que su Salvador; la segunda versión dice que eso fue hecho para humillarlo aun más. Habría muerto sofocado por su propia sangre.
Andrés: Según se cree, fue atado a una cruz en forma de x en Grecia, donde había ido a predicar el Evangelio.
Tomás: El que sólo creyó en la resurrección de Jesús después de ver y tocar sus heridas, se transformó en uno de los más activos predicadores del este de Siria. Habría sido muerto en India por lanzas de soldados locales.
Felipe: Habría sido ejecutado por un noble del norte de Cartago (norte de África, entonces Asia Menor) que estaba furioso porque su esposa se había convertido al cristianismo a causa del apóstol. Unos afirman que fue apresado y lo torturaron hasta matarlo, mientras otros defienden la versión de que fue crucificado y apedreado en Frigia, en la actual Turquía.
Mateo: el ex publicano (recaudador de impuestos) habría sido apuñalado en Etiopía, según la tradición.
Bartolomé: habría sido desollado vivo y decapitado por orden del dirigente de Albanópolis, actual Derbent, en Rusia, donde él había llegado en un trabajo de evangelización.
Jacobo, hijo de Alfeo: pariente de Jesús e influyente líder del cristianismo en Jerusalén, podría haber sido apedreado en la ciudad, inmediatamente después de la muerte del gobernador romano Porcio Festo, en el año 62, según el historiador Flavio Josefo en su famosa obra “Antigüedad Judaica”. La acusación para tal sentencia habría sido la “violación de la ley” de los judíos, alegada por el sumo-sacerdote Ananías.
Simón: según dicen fue muerto a machetazos por la multitud instigada por sacerdotes paganos y autoridades después de negarse a hacer sacrificio al dios sol en Persia. Este también habría sido el destino de Judas Tadeo, en la misma ocasión.
Matías: que sustituyó a Judas Iscariote (Hecho 1:15-26), según la tradición, fue a predicar a Siria con Andrés. Habría sido ejecutado en una hoguera.
Lucas: el médico, no conoció a Jesús personalmente, pero recogió relato de los apóstoles y escribió el evangelio que lleva su nombre en lenguaje más detallado. A él también es atribuida la autoría del libro de Hechos. Habría sido ahorcado en un árbol en Grecia.
Pablo: ex Saulo de Tarso, perseguidor de cristianos, convertido en uno de los mayores evangelistas de la historia, no convivió con Cristo cuando Él habitó la Tierra en carne, pero es considerado hasta hoy un gran apóstol. Habría sido decapitado en Roma.
Juan: el apóstol del Apocalipsis, puede haber sido el único discípulo directo de Jesús que tuvo muerte natural, alcanzando una edad muy avanzada (alrededor de 100 años). Huyendo de la persecución del emperador romano Domiciano, se refugió en la isla de Patmos, en Grecia, donde habría tenido las visiones que resultaron en el texto del último libro bíblico, el Apocalipsis. Según el historiador Eusebio de Cesarea, habría muerto en Éfeso.
A pesar de que sea de gran interés general descubrir cómo los apóstoles murieron y que eso no pueda ser comprobado (exceptuando a Judas y a Jacobo), es mucho más importante saber que todos estaban dispuestos a dar sus vidas por la fe en Jesucristo, aunque fuesen forzados a negarla. Hasta Pedro, que negó a Jesús antes de su crucifixión, se tornó en uno de Sus mayores predicadores y nunca más Lo negó, muriendo como legítimo cristiano. En este caso, el cómo es menos importante que el por qué.