En la ficción, el amor es un sentimiento que desafía las diferencias y vence en el “felices por siempre”.
Pero en la vida real, la historia ha sido otra, ya que, en nombre del amor muchos matan y mueren.
Sin embargo, el amor no es enfermizo o desequilibrado. No es como lo describen las canciones de amor en la que la dependencia del otro llega a límites peligrosos.
Es por amar sin medida y por desear recibir más de lo que se da, que muchas relaciones se destruyen.
En Romanos 5:8, está escrito que Dios probó Su amor, entregando a su Único hijo para que muriera por nosotros. Entonces, si somos sus hijas y heredamos la misma naturaleza, no deben existir dificultades para hacer lo mismo por quienes nos rodean.
Pensemos que si somos tan pecadoras como el que nos falló, por qué no perdonarlo. Finalmente, así debe pensar la persona que ama de verdad, de esa manera, estará practicando la palabra de Dios.
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