Sé bondadosa
Preocúpate por hacer para tu esposo lo que él espera que hagas, y no lo que te gustaría hacer a ti. Tu preocupación debe ser estar atenta a su necesidad, aunque no sea aquello que crees que él necesita.
Cuando la mujer toma la iniciativa de cambiar, influencia a su marido a querer cambiar también.
Sé flexible
Después de un día de trabajo muchas tareas te esperan en casa, pero ¿qué tal si de vez en cuando las dejas de lado para hacerle compañía a tu marido, sentarte con él y oírlo hablar sobre aquel tema que a él tanto le gusta pero que tú no tienes la costumbre de darle tanta importancia?
Sé transparente
La mujer tiene el pésimo hábito de esperar a que su marido adivine lo que ella siente o piensa. Pero es necesario que sepas que los hombres no actúan así. Si quieres que él sepa sobre algún asunto, tienes que decírselo con todas las letras. Los hombres no entienden el lenguaje corporal, esa habilidad es de las mujeres. Él necesita escuchar lo que tú quieres de él.
Aprécialo
Mantente atenta a las necesidades de tu esposo. Colócalo en primer lugar en la lista de tus prioridades. Si él te pidió algo, hazlo cuanto antes, eso hará que él se sienta especial. Cuida sus cosas, mantén su ropa limpia y organizada, prepara la comida que le gusta y esfuérzate en agradarlo, pues, de esa forma, estarás mostrando cuánto te importa.
Sé fuerte
La fuerza de una buena esposa está en su comunión con Dios. Cuando tú, delante de las dificultades, te muestras confiada y, en vez de quedarte lamentándote o quejándote, buscas medios para arreglar el problema ofreciendo tu apoyo a tu marido, él se siente alentado a luchar, sus fuerzas son renovadas y tiene el estímulo necesario para seguir adelante.
Cuídate
Cuida tu apariencia y tu salud. Haz esto primero por ti y después por tu marido. Si cuando eras soltera te cuidabas para verte y sentirte bien, debes hacerlo mucho más ahora que estás casada. Tu marido se sentirá orgulloso de ti y con seguridad pensará dos veces antes de fijarse en otra mujer.
Sé sumisa
No se trata de una sumisión ciega, en la cual la mujer es sometida por el hombre y se convierte en un trapo de piso. La verdadera sumisión es aquella en la que tú reconoces a tu marido como cabeza del hogar y te colocas en la posición de su auxiliadora, permitiéndole ejercer el papel de líder. Te mantienes en tu lugar, a su lado, y expones tu opinión con sabiduría, sin faltarle el respeto.
Sé una guerrera
Haz tu mejor esfuerzo en casa y en el trabajo. No te acomodes, sal de tu zona de confort y arremángate. Si sabes que necesitas limpiar la casa, que tienes ropa para lavar y planchar, y también debes preparar el almuerzo, ¿por qué no comienzas temprano? Planea tu día para que tengas la agradable sensación de haber realizado todo, en vez de sentirte frustrada por no haber cumplido con tus responsabilidades.
“Había empezado a odiar a los hombres”
Francisca sufrió mucho en el aspecto sentimental: “Estaba muy triste, vivía vacía porque cada vez que empezaba una relación parecía estar todo bien, pero se terminaba de golpe y yo no sabía por qué.
Cargaba mucha tristeza dentro de mi corazón por lo que buscaba siempre estar con alguien para llenar el vacío que había en mí. Empecé a deprimirme, pensaba que mi vida no tenía sentido. Soñaba con formar una familia pero nunca lo había concretado, por eso hasta intenté matarme.
Ya no me valoraba como mujer, para mí los hombres eran todos iguales, había empezado a odiarlos. No creía que existiera un hombre que pudiera hacerme feliz.
Al participar de la Terapia del Amor logré curar mi interior, Dios quitó el vacío que sentía, la depresión desapareció y empecé a ver las cosas de otra manera, logré creer que podía ser feliz.
Hoy estoy bien, gracias a Dios, encontré a un hombre de Dios para mí y creí que con él podía formar la familia que tanto anhelaba. Ya hace 10 años que estamos casados, tenemos una hija y somos muy felices”.
Todos los jueves a las 16 y 20 h te esperamos en la Terapia del amor, Av. Corrientes 4070, Almagro.
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