El mal del ser humano es dejar todo para mañana. No sólo actividades y resolución de problemas, sino también el relacionarse. Un abrazo, una palabra de cariño, son actos que parecen estar en extinción.
El hecho es que el ser humano olvida que ya nació con fecha de vencimiento, aunque no esté visible.
Hay a quien no le gusta hablar de la muerte, quienes no piensan en el fin, pero esa es la única certeza que tenemos. Por eso, la pregunta es: ¿Como se ha relacionado usted?
Cierta vez, un hombre muy ocupado con el trabajo y en la vida social tuvo una sorpresa. Él siempre prometió visitar a su amigo de la infancia que vivía en otra provincia, pero sólo lo recordaba en fechas especiales, cuando hablaban por teléfono. Ellos conversaban durante cinco minutos y siempre cortaban con la promesa de combinar un grande almuerzo para que sus familias se conocieran.
El tiempo pasó. Los quehaceres y compromisos aumentaron y la promesa fue quedando cada día más lejos de realizarse. Los hijos crecieron. Las responsabilidades se multiplicaron y aquella amistad de la infancia quedó cada vez más en el pasado.
Hasta que, en una mañana de domingo, sueña el teléfono a primera hora. Era la noticia de que el amigo había fallecido. Y entonces, en unos segundo, como si fuera una película, recordó todo lo que habían vivido, las palabras, las risas, las historias. Pero todo se terminó, y el tiempo que podrían haber estado juntos no se aprovechó bien.
Parece solamente una historia, pero se ha repetido y se volvió más real, día tras día. Una prueba de que no sabemos aprovechar el tiempo, más que esta historia, es que no sabemos aprovechar el tiempo con las personas que amamos. Olvidamos que nadie vive para siempre.
Es por eso que un almuerzo en familia no puede ser un simple almuerzo, sino un momento de confraternización, de risas, de tiempo bien gastado y dedicado. Un abrazo no puede ser con golpecitos en la espaldas, un beso apasionado debe ser sentido, un viaje, bien aprovechado. Tenemos que convivir con las personas como si fuera la última vez con ellas.
¿Y si supiéramos cuándo será la última vez? Con seguridad nos abrazaríamos con más ganas, conversaríamos más, seríamos más intensos en todo. Tal vez el amor sería mejor entendido y vivido, más sincero, el cariño más duradero, las palabras más amenas y el beso más sentido.
¿Qué día será el último abrazo a su hijo, la última conversación a sus padres, el último almuerzo en familia, la última carcajada que le haga doler la panza? No sabemos. Por eso vivamos cada momento como si fuera el último.
“Pero de aquel día y de la hora nadie sabe, ni aun los ángeles que están en el cielo, ni el Hijo, sino el Padre. Mirad, velad y orad, porque no sabéis cuándo será el tiempo.” Marcos 13:32-33