Lo que más encontramos en los días de hoy son personas ávidas de reconocimiento y valoración que venga de sus líderes – que son hombres.
Por otra parte, la verdadera gracia de los siervos es el reconocimiento de los Cielos, y este viene, naturalmente, cuando Dios acepta y ama “su Altar y su Santuario”.
“… el SEÑOR ha hecho olvidar las fiestas solemnes y los días de reposo en Sion, y en el ardor de Su ira ha desechado al rey y al sacerdote. Desechó el Señor su altar (ofrenda), menospreció su santuario (servicio); ha entregado en mano del enemigo los muros de sus palacios; hicieron resonar su voz en la Casa del SEÑOR como en día de fiesta.” Lamentaciones 2:6-7
Esa es la gran tragedia en la vida de alguien que se creía siervo, pero que su Santuario (servicio) y su Altar (ofrenda) fueron rechazados y odiados por Dios, pues sirvieron al hombre o a sí mismos, pero no a Dios.
¡Aun siendo capacitados a los ojos humanos, no fructificaron, porque todo lo que se hace de manera relajada para Dios es maldito y no crece!
Hasta que llega el día y la hora en que este “siervo” se siente como un pez fuera del agua en nuestro medio, ¡y entonces se va para hacer su propia voluntad!