La semana pasada, leí una noticia que me hizo mantener un poco más la esperanza en la humanidad, aun delante de todo el tipo de violencia a la que estamos expuestos en nuestro día a día, en la calle, en el trabajo, en los diarios que leemos, por internet o por la televisión.
El reportaje contaba la historia de una señora que desde hacía 3 años, toda la semana, pedía pizzas y era siempre atendida por la misma empleada, en Memphis, en los Estados Unidos. La señora Jean Wilson, de 82 años, ya hacia parte de la rutina de la pizzería. Era la primera que llamaba y siempre pedía una pizza grande de pepperoni, de masa fina y dos gaseosas light.
¿Y qué tiene ver con eso?
Pero, una de esas semanas, ella no llamó. Fueron tres días seguidos sin tener contacto. Usted puede hasta pensar: “¿Y qué tiene que ver eso? Si no llamó es porque no quiere pizza o está viajando o cuidando de su vida”, ¿no?
Pero la verdad es que la empleada Susan Guy, acostumbrada a atender a la anciana no se conformó con ese tipo de pensamiento y decidió ir hasta la casa de la señora. Para su sorpresa la anciana estaba en la casa, pero había sufrido una caída y no podía moverse ni comunicarse con nadie. Susan llamó a la policía y llevaron a Jean al hospital.
Mucho más allá de la actitud
Vea que si la empleada no hubiese notado la falta de la señora y tomado la actitud de buscarla, tal vez la señora estaría muerta. Sé que con la rutina del día, dejamos de ver la necesidad de quien está a nuestro lado. No se trata aquí de sugerirle que cuide la vida de alguien, pero sí que se interese o preocupe con quien está cerca y lo ayude siempre que sea posible.
A veces, basta una palabra de ánimo para quien parece cabizbajo o concentrado en el ómnibus o en el subte. Preguntar cómo está y si puede ayudar en algo puede ser un camino. Es algo que se puede practicar en relación a cualquier persona, sea un familiar o un desconocido, o hasta alguien que cruzamos todos los días en la calle. Vea que antes que nada, es una actitud cristiana.
“Amaos los unos a los otros con amor fraternal; en cuanto a honra, prefiriéndoos los unos a los otros.” Romanos 12:10
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