“Mis ovejas oyen Mi voz, y Yo las conozco, y Me siguen, y Yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de Mi mano. Mi Padre que Me las dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de Mi Padre. Yo y el Padre Uno Somos”. Juan 10:27-30
Todo aquel que es un cristiano nacido de Dios es una oveja de Él. Y usted sabe que la oveja es guiada por su pastor. ¿Quiere saber si una persona es nacida de Dios o no? Vea si sigue Su voz, si obedece a Su Palabra. No es por lo que dice, es cuando oye la voz de Dios y la obedece.
“Yo les doy vida eterna…”
¿Usted quiere la Salvación? Basta con que usted Le obedezca. ¿Sabe cuál es el precio de la Salvación? Obedecer a la Palabra de Dios. ¿Y sabe lo que Dios hace en la vida de aquellos que obedecen a Su Palabra? ¡Qué cosa tan maravillosa!: “… no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de Mi mano”.
Es decir, si escuchamos Su voz y Le obedecemos nadie nos arrebatará de Sus manos. El diablo no puede tocarnos, podrá andar alrededor, pero no puede tocarnos. ¿Y cuándo el diablo sí puede tocar la vida de la persona? Cuando ella dice ser de Dios, pero en realidad no lo es.
Para obedecer a Dios es necesario sacrificio. Negar al yo, negar a la carne, negar al pecado para decirle sí a Dios. Hay algunos que dicen que no es necesario sacrificar, pero ¿sabe lo que es negarse a lo que usted desea? ¡Es sacrificio!
“Yo y el Padre Uno Somos”
Cuando usted habla con el Padre, está hablando con Jesús. Y cuando habla con Jesús, habla con el Padre. ¡Son Uno Solo con el Espíritu Santo!
La clave para tener la vida eterna y no ser tocado por el mal es oír y obedecer a la Palabra de Dios. Cuando usted obedece a la Palabra de Dios, sacrifica su yo, su querer, para hacer la voluntad de Dios, el Señor le da la vida eterna y ya nadie puede arrebatarlo de Sus manos. Usted está protegido, ¡guardado!
No es obediencia a la iglesia, ni a una religión, sino a la Palabra de Dios.
Muchas personas dicen que llegaron a la iglesia y no entendían nada, pero empezaron a obedecer y todo comenzó a cambiar. Y, cuando el diablo lo tiente, usted le dirá: “¡Está escrito!”, y no hará lo que él le pide que haga. Si el diablo lo tienta, usted teme a Dios y Lo respeta.
Quien quiere la Salvación tiene que obedecer a Su Palabra. Cuando usted se entrega a Dios y Le da el control de su vida, Él le da el Espíritu Santo y le pone un Sello que dice: “nadie puede tocarlo”. No es fácil, aquí adentro usted escucha, allá afuera es tentado, pero, si usted obedece, se vuelve intocable. Y, si Dios lo está abrazando, ¿quién podrá tocarlo?
Este mundo va a prenderse fuego, ¿dónde va a vivir usted? Puede vivir en la Nueva Jerusalén con Jesús, o en el lago de fuego y azufre con los falsos profetas y satanás. Usted elige. Obedece o desobedece a Dios. ¡Obedezca a la Palabra de Dios!
Por eso Jacob agarró al Ángel, porque aún no tenía su Salvación. Él tenía todas las riquezas, pero no le servían de nada porque no era salvo, porque había hecho trampas, había engañado. Por eso luchó con el Ángel, que era el Propio Dios que le dijo: “… has luchado con Dios y con los hombres, y has prevalecido”, Génesis 32:28.
Recién entonces, después de haber luchado con el Ángel, Jacob pudo decir: “Vi a Dios cara a cara y salió salva mi alma”, Génesis 32:30.
Esta vida va a pasar, pero la que Él nos da es eterna. ¿Ya lo pensó? Estar en las manos del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. El diablo lo va a mirar y va a decir: “¡a ese no puedo tocarlo porque es de Aquel de Arriba!”
Si usted ha vivido una vida de desobediencia a la Palabra de Dios, aproveche la oportunidad, haga un pacto de obedecer a Su Palabra, entréguele su vida para que nadie pueda arrebatarla de Su mano.
Piense en eso.
Dios le bendiga.