El muchachito Riley, de 8 años, está agitado. Es tan nervioso, que no logra quedarse quieto dentro de la pizzería Stag-N-Doe, en Carolina del Norte, Estados Unidos. Él tiene necesidades especiales, sin embargo su actitud incomoda a las personas que están en las mesas de su alrededor. Irritados, los espectadores comienzan a quejarse entre ellos, hacen comentarios negativos sobre el niño.
La situación no mejora, Riley comienza a gritar y a golpear la mesa. Su madre, Ashley England, ya no sabe qué hacer por la vergüenza que siente ante las personas – que tal vez inclusive estén comentando: “¿Por qué esa madre no controla a su propio hijo?” “¡Qué niño escandaloso!” La madre, para evitar recibir más miradas fulminantes, decide pedir la cuenta y dejar la pizzería.
Para su sorpresa, en lugar de la cuenta, la camarera trae un mensaje. Ashley se concentra para leerlo con atención y, de repente, se le caen las lágrimas. Allí decía: “Dios solo le da hijos especiales a personas especiales”.
El mensaje lo dejó una persona que presenció todo el problema causado por el muchachito y decidió pagar la cuenta de la familia.
Es necesario amar
Con frecuencia, en nuestra vida, nos encontramos con situaciones como esa… en las que las personas nos molestan con determinadas actitudes. Perdonar la irritante situación o tener compasión por un extraño que nos hace mal, puede parecer una tarea que exige mucha paciencia. Pero, cuando no desarrollamos el amor por las personas, no estamos siendo diferentes a quien tiene placer en hacer maldades.
Para la Real Academia Española, por ejemplo, algunas acepciones de la palabra “matar” son “Disgustar mucho a alguien”, “causar una gran pérdida”, “afligir”, “herir” y “arruinar”. Siguiendo esa idea, “matar” no es solo “cometer asesinato”, sino herir o arruinar sueños, proyectos, expectativas.
Sin embargo, si perjudicamos, intencionalmente, a alguien con nuestras acciones o si nos sentimos contentos al ver el sufrimiento de alguna persona, no estamos siendo diferentes de quien practica el acto de “matar”.
Las personas pueden tener defectos, hacer algo que nos afecte, incomode, o perjudique de alguna manera. No tenemos control sobre ellas, ni sobre sus actitudes. Sin embargo, podemos escoger cómo conduciremos nuestra propia vida y cómo reaccionaremos frente a esas mismas actitudes.
Cuando tenemos compasión por el prójimo, y mostramos eso con actitudes, descubrimos que en nuestra vida hay paz. Porque sólo podemos llevarle felicidad hacia los demás, si existe ese Amor dentro de nosotros mismos.
“Oísteis que fue dicho: “Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo.” Pero Yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os odian y orad por los que os ultrajan y os persiguen, para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos…” Jesús, en Mateo 5:43-45
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