Para ser un verdadero cristiano, es preciso asumir una posición humilde delante de Dios y aceptar el sacrificio hecho por el Señor Jesús
Conozco personas que están siempre en la iglesia, pero viven hablando mal de los demás”. Pretextos de esa naturaleza son usualmente utilizados por ellas, siempre con la intención de justificarse delante de la sociedad, ya que sus conciencias están cargadas delante de Dios.
El Dios-Hijo vino al mundo para salvar a aquellos que en Él creen, a través de la predicación de Su Santa Palabra. Él dijo a sus discípulos: “Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura. El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.”, (Marcos 16:15,16). Esta creencia de la que el Señor habla no es una creencia común. Hasta el diablo cree en Dios, y no por eso deja de ser diablo.
La actitud que debemos cultivar para con el Señor Jesús es exactamente la de asumir una posición humilde y aceptar, por la fe, Su sacrificio en nuestro lugar, porque si Jesús no hubiese muerto en el Calvario, no habría ninguna oportunidad de ser salvo eternamente. La persona tiene que considerar esa actitud y bautizarse en las aguas por inmersión, de acuerdo a Su mandato, convirtiéndose en uno de Sus seguidores.
Creer en el Señor Jesús es mucho más que una simple posición en relación a la sociedad: significa un eterno compromiso; pasar a vivir en función de Él. El Señor Jesús pasa a ocupar el primer lugar en la vida de la persona, por encima de todo y de todos. Fue por esta razón que Él dijo: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame. Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, la hallará. Porque, ¿qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? ¿o qué recompensa dará el hombre por su alma?”
La fe en el Señor Jesús puede compararse al matrimonio. Después del matrimonio la persona comienza a vivir para su propio hogar y se olvida de su vida de soltera; sus deseos son para su marido o para su esposa.
Cuando aceptamos al Señor Jesús como nuestro Señor y Salvador, todos nuestros objetivos tienen el sentido de agradarle, de hacer Su voluntad plena, aunque cueste el sacrificio de nuestra propia vida.