El exilio de Adán y Eva del paraíso no fue definitivo. Sin embargo, la vuelta a la presencia del Señor Dios estaría condicionada a actitudes que comprobaran la disposición sincera de su querer.
Fue el hombre quien salió de la presencia de Dios por su libre y espontánea voluntad.
Para volver al estado original y disfrutar del beneficio de la presencia del Altísimo hay que probar con actitudes.
Actitudes que muestren ese querer, no solo con todo el corazón, sino
“… con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas…” Marcos 12:30
Todo el corazón, toda el alma, toda la mente y toda la fuerza no dejan ningún espacio para nadie ni para nada.
“El que ama a padre o madre más que a Mí, no es digno de Mí; el que ama a hijo o hija más que a Mí, no es digno de Mí; y el que no toma su cruz y sigue en pos de Mí, no es digno de Mí. El que halle su vida, la perderá; y el que pierda su vida por causa de Mí, la hallará.” Mateo 10:37-39
En otras palabras:
Quien se dedica a su padre o a su madre más que al Señor Jesús no es digno de Él;
Quien se apega a su hijo o a su hija más que al Señor Jesús no es digno de Él;
Quien no asume su fe y sus consecuentes tribulaciones no es digno del Señor Jesús;
Quien intenta salvar su vida con la fuerza del brazo va a perderla;
Quien, sin embargo, pierde la vida debido a su fidelidad y perseverancia en el Señor Jesús, la ganará.
Esa palabra complementa la anterior, sin permitir la más mínima duda.
¡Es todo o nada!
¡Es sí, sí; no, no!
Es obvio, tal esfuerzo sobrenatural implica mucho más que simple deseo: exige el sacrificio de la propia vida.
Para quien quiera mantenerse en Su presencia, el sacrificio tiene que ser diario.
Es la vida en el Altar…