Muchas personas, lamentablemente, están impedidas de andar en la presencia de Dios e imaginan inclusive que, por el hecho de estar dentro de las iglesias, actúan de acuerdo con Él. Son semejantes al apóstol Pedro que acompañó a Jesús en todo Su ministerio, pero no había sido transformado por el Espíritu Santo y continuaba dominado por el diablo.
Tales personas creen haber sido bautizadas por el Espíritu Santo, sólo por estar en la iglesia, hablando en lenguas y ayudando en la liberación de vidas. Aun así las lenguas engañosas que hablan y las vidas derrotadas demuestran que no son nacidas del Espíritu Santo.
La verdad es que, actuando de esa forma, están engañando no solo a los miembros de la iglesia, sino principalmente a sí mismos, y de esa forma, creen que heredarán el Reino de los Cielos.
Jesús dijo: “Entrad por la puerta estrecha; ancha es la puerta, y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella porque estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan.” Mateo 7:13-14.
Para nacer del Espíritu Santo es necesario tener conciencia de que es un pecador. Y es a través de esa concientización que el ser humano tendrá la oportunidad de acercarse a Dios y ser llamado Su hijo.
El Señor, hablando a través del profeta Joel, dijo: “convertíos a mí con todo vuestro corazón, con ayuno y lloro y lamento; porque misericordioso es y clemente, tardo para la ira y grande en misericordia, y que se duele del castigo”. Como lo hizo con el pueblo de Israel, Dios llama a todas las personas a una verdadera conversión, la única actitud posible que puede llevar a la persona a andar en los caminos correctos y darle la espalda al pecado. Una vez hecho eso podrá andar en el Espíritu y vivir en plenitud de vida. Es muy común ver en nuestras iglesias padres llorando porque sus hijos están en otros caminos. Eso significa que viven según la carne; pensaban que el hecho de que sus hijos fueran criados en la iglesia sería suficiente para que pudieran tener una vida transformada por el Espíritu Santo. Es necesario que los padres se concienticen del peligro que están corriendo. Es fundamental educar a los hijos en los caminos del Señor, y, con urgencia, deben mostrarles la necesidad de nacer de nuevo. Tal vez ni siquiera los padres hayan pasado por esa experiencia, y por eso no pueden transmitírselo a sus hijos.