¿Sos el que cree que sabe, el que sufrió para aprender o el sabio?
Cuando se habla de establecer el perfil del hombre, hay diversas controversias sobre el tema. No estamos tratando aquí, , por ejemplo, de su apariencia, su forma de vestir, su estatura, el color de su piel o su posición social. No. Nos referimos a otros aspectos que son determinantes para la vida que cada hombre lleva. Muchas de estas características se adquieren en la infancia, como la forma de pensar y de comportarse, e incluso el trato que brinda a quienes lo rodean: si es amable, si es educado o si tiene bagaje cultural, entre otras.
El perfil es previsible, ya que la mayoría de los hombres suele estar influenciada por sus padres o por la ausencia de ellos. Seamos realistas: en muchos casos, si la presencia del padre es inadecuada, su influencia sobre el hijo tenderá a ser negativa. Por otro lado, cuando el padre no está presente, la tendencia es que el hijo se refleje en quienes están más cerca, como amigos o personas sin experiencia o con conocimientos dudosos, y el resultado de esa relación puede no ser beneficioso.
De manera práctica, existen, básicamente, tres tipos de hombre.
El primero es el necio. Su premisa es cometer errores y casi nunca mide las consecuencias de sus actos. Generalmente, es grosero con quien cuestiona sus acciones. Desde fuera, hasta puede parecer gracioso, pero es ese tipo de hombre que no sabe nada y ni siquiera tiene idea de que no sabe. En algunos momentos, incluso es objeto de burla de los demás, pues se trata de un tonto que no se reconoce como tal.
El segundo tipo es el astuto. Seguramente, todo el mundo se ha topado con él, ya que es una evolución del perfil anterior. Ha perdido mucho tiempo en la vida por su terquedad y por tomar decisiones equivocadas, ya que no tenía conciencia y, en muchos casos, ni siquiera humildad para preguntarle a alguien que pudiera darle buenos consejos o indicarle la mejor solución a sus problemas. Aprendió a través de las consecuencias de sus errores y del dolor que resultó de estos. Hoy, se considera alguien que finalmente ha aprendido y hasta puede dar consejos a otros.
El tercer tipo es el sabio. Observá atentamente lo que hacen el necio y el astuto y aprendé de ellos qué hacer y qué no hacer. Actuá con cautela. El sabio es el que sabe las cosas y es consciente de eso. Está en un nivel mucho más elevado, no actúa por impulso y toma sus decisiones después de considerar los pros y los contras, optando, de esta manera, por la decisión más acertada. Aunque muchos piensen que son sabios, los hombres con este perfil son, en realidad, pocos.
Con la definición de estos tres tipos, seguramente ya podés identificar en cuál encajás y, tal vez, hayas notado en qué tenés que cambiar, especialmente si todavía no sos el sabio. El camino para lograrlo es simple: seguir las enseñanzas del mayor sabio de todos: el Señor Jesús. Es Él quien nos da la posibilidad de la vida eterna con Dios y, para eso, basta con seguirlo, practicar Su ejemplo diariamente y obedecer Sus designios sin cuestionarlos. Si todavía no tenés una Alianza con Dios, ya llegó la hora de establecerla, a menos que quieras pasarte la vida entera haciendo el papel de necio y aprendiendo a través del dolor.
Intellimen
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