Quizás el Arca de la Alianza sea el objeto más famoso entre los artefactos del Tabernáculo, del Templo de Salomón y del Templo de Herodes. El gran cofre de madera revestido de oro fue hecho de acuerdo a las instrucciones de Dios, que le dio la orden a Moisés de fabricarlo a través de las manos de Bezaleel, el principal artesano y artista de los hebreos en la época.
En su interior, se guardaban objetos sagrados para los hebreos: la vara de Aarón, que floreció y dio frutos (narrado en Números 17:8), una urna de oro con maná y la tabla de los Diez Mandamientos. Pero el Arca no era solo un cofre, como veremos, ella representaba al propio Dios entre los hombres.
Hecha de madera de acacia, estaba cubierta con oro por dentro y por fuera. Con respecto a la tapa, llamada Propiciatorio, fue hecha en oro, una pieza que contenía dos querubines uno frente al otro, inclinados hacia el centro de la tapa en adoración apuntando con sus alas hacia el lugar. Era entre esos dos ángeles que Dios se revelaba a los sacerdotes que oraban delante del Arca, puesta en un altar también de madera y de oro, dentro del Santo de los Santos del Tabernáculo o del Templo.
En los costados de la misma, había cuatro argollas de oro, en las cuales se colocaban dos varas que también eran de acacia y oro, para transportarla. Solamente los sacerdotes levitas podían tocar y transportar la pieza.
De acuerdo con el texto bíblico, si el Arca era tocada por sacerdotes y levitas impuros, estos morían fulminados. En una ocasión, los filisteos la robaron, como botín de guerra, y la pusieron en el templo dedicado al falso dios Dagón. No solo el ídolo de la entidad pagana fue encontrado caído y destruido, sino que también vergonzosas enfermedades afligieron a ese pueblo, haciendo que la devolvieran a Israel.
El Arca de la Alianza entre Dios y el pueblo de Israel también funcionaba como un estandarte de guerra, que iba adelante de los guerreros, mostrando que el Señor la comandaba. Confiando en esto, los combatientes hebreos se duplicaban en fuerza y en entusiasmo.
El objeto recibió otros nombres en la Biblia: Arca del Señor (Josué 4:11), Arca de Dios (1 Samuel 3:3), Arca del Testimonio (Éxodo 25:22), Arca de Tu Poder (Salmo 132:8), y Arca Santa (2° Crónicas 35:3).
Paradero misterioso
Cuando el Templo de Jerusalén fue finalmente destruido por los romanos, sus objetos fueron saqueados y llevados a Roma. Sin embargo, no hay registros de que se hayan llevado consigo el Arca de la Alianza.
Nadie sabe a ciencia cierta su paradero. Algunos dicen que los israelitas se deshicieron de ella cuando se dieron cuenta de la inminente destrucción y la escondieron en los túneles bajo la ciudad, más tarde llevándola a otro lugar. Fuentes no bíblicas también dicen que fue colocada en una caverna del Monte Nebo, y luego cerrada, sin que se haya marcado el lugar. Otra versión dice que está guardada en una iglesia en Etiopía, donde fue llevada por el que sería no solo el emperador del lugar sino que hijo de Salomón y de la reina de Saba, Menelik I.
La búsqueda del Arca fue explorada ficticiamente en el cine por el norteamericano George Lucas, en el film “Los Cazadores del Arca Perdida” (1981), en el que el arqueólogo Henry “Indiana” Jones (Harrison Ford) fue en búsqueda del cofre sagrado de los hebreos antes que cayera en poder de los nazis en la década de 1930. Aunque la película (foto al lado) cometa ciertos errores históricos y sea una muy libre adaptación, ayudó a que el Arca de la Alianza se vuelva más conocida incluso por el público cristiano.
Aunque el Arca de la Alianza tenga una gran importancia histórica y simbólica, hoy sabemos que la Alianza entre Dios y el ser humano no se basa en lugares u objetos. Como templos del Espíritu Santo que somos (1° Corintios 6:19), es en nosotros que Él habita, desde que Lo aceptemos como nuestro Señor a través de Su Hijo Jesucristo.
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