Luego del regreso de los israelitas del cautiverio en Babilonia, reconstruyeron el Templo de Salomón, aunque con muchos menos recursos que en la época del reinado del hijo y sucesor de David. Cuando Jerusalén cayó bajo el poderío de Roma, aquel imperio escogió a la familia de Herodes para gobernar el lugar en su nombre.
Pero la dinastía Herodes no era muy bien vista por la mayoría del pueblo local – por ser considerado solo “medio-judío”. En la época, era considerado verdadero judío el que tuviera una madre judía. Sucede que la madre de Herodes era una princesa de los idumeos.
Entre los gobernantes de aquella familia, aquel conocido como Herodes, el Grande, era un gran constructor. Entonces, tuvo la idea de deshacer el Templo de Salomón pobremente restaurado y realizar en su lugar una inmensa obra, para obtener el respeto del pueblo local, que no lo aprobaba mucho. Quería mostrarle a Jerusalén que podía devolverle la gloria física de la época del edificio original. Sin embargo, los sacerdotes tuvieron miedo de que eso no pasara de una promesa política, que el gobernante podría destruir el Templo y no levantarlo nuevamente. Entonces, fue combinado que aprovechara el edificio principal y lo ampliara, además de realizar beneficencias bastante significativas a su alrededor.
La obra no fue nada humilde. Herodes no solo rehízo el Templo, sino que prácticamente levantó un vasto complejo que ocupó todo el Monte del Templo, construyendo un terreno elevado por grandes murallas de contención y salas subterráneas, con varias entradas por los barrios vecinos. Es en una parte de esa muralla de la época de Herodes que hoy es llamada el Muro de los Lamentos.
En sí, era una ciudadela dentro de la ciudad, prácticamente una fortificación. Una construcción entre las más innovadoras, lujosas y grandiosas del mundo entonces conocido.
Mientras que el Templo de Salomón original tuvo la orientación Divina en todos los detalles, muchos judíos no consideraban la megalómana obra de Herodes como algo de Dios, aunque lo usaran con el mismo propósito del anterior por estar en el mismo lugar sagrado para ellos. Allí también estaban los utensilios sagrados, como el Arca de la Alianza.
Fue en el Segundo Templo que Jesús apareció algunas veces, en Su ministerio en la Tierra.
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