Las adicciones son un problema que crece en nuestro país y en el mundo. Las personas que las sufren o las sufrieron tienen una dura historia, que generalmente comienza en su niñez.
Lucas Giménez vivió gran parte de su vida rodeado por los vicios: “Recuerdo a mi papá borracho y violento. Él decía que nos iba a matar, para después suicidarse. A los 14 años, estaba cansado de vivir eso. Aunque al estar sobrio era otra persona, no admitía lo que hacía”.
Escapar al infierno de las adicciones
Cuando su padre se fue de la casa, Lucas creyó que estaría bien: “Me sentía libre, pero estaba lleno de odio. Probé el cigarrillo, la marihuana, hacía que olvidara los problemas, pero quería algo más fuerte y mezclaba pastillas con alcohol. Después del efecto, me daba cuenta de que no quería vivir así.
Al principio salía a robar para consumir. Después, me gustó la plata fácil. Seguí hasta que caí detenido con una 38. A los dos meses volví a caer empastillado. Cuando bajé al juzgado, admití que era todo por las drogas, pedí una oportunidad y prometí que iba a cambiar”.
Un viaje a la locura
“Se me complicó hacer las cosas bien. Para rescatarme, formé una familia, pero ahí comencé con la cocaína y nos separamos. Dejé de robar, pero no las drogas.
Me volví un adicto. Vendía mis cosas para consumir. Llegué a drogarme tres días sin dormir. Creí que estaba perdiendo la razón. De día vivía drogado y de noche atormentado. Pensé, “Antes de volverme loco, me mato”.
No podía salir. Un día amanecí en una bañera, asustado porque pensaba que me venían a buscar, ahí supe que era grave lo mío.
Otra de las veces me drogué y supe tenía que tomar una decisión: matarme o buscar a Dios.
Mi tía me había invitado a la Universal. Un viernes me desesperé y consumí tres gramos. Llegué así de drogado a la Iglesia. La consciencia me pesaba, quería pedir perdón. Si no conseguía ayuda ese día, me mataba.
Mi cuerpo temblaba por lo drogado, me dieron agua consagrada y fue como si me purificara. Estaba limpio y comencé a hacer la voluntad de Dios.
Me entregué, me liberé del odio, del orgullo, de las adicciones. Fui bautizado en el Espíritu Santo, Él es el más importante. Hoy trabajo con mi papá y mi relación con él cambió completamente. Ahora, soy hijo, padre, una nueva persona”.
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