“Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro.” (Romanos 6:23)
El pecado genera muerte, porque primero genera duda; y la duda genera muerte. La fe, que es la convicción que viene por la Palabra de Dios, genera vida. La fe que Dios nos ha dado es para que tengamos el comportamiento y el carácter de acuerdo con Su Palabra. Pero existen reglas que establecen el poder de la fe.
Una vez que la duda es realzada, su fe queda caída, postrada, desanimada. Este es el problema de la mayoría de los cristianos, que creen en Dios, son fieles a Dios, pero cargan dentro de sí una duda. Cuando Adán y Eva pecaron, inmediatamente vino la acusación en sus conciencias y se escondieron de Dios (Génesis 3:8-10). Se escondieron atrapados por el miedo, porque la mala conciencia era la duda instalada dentro de ellos. La duda es la madre del miedo, es la madre de la preocupación. La duda es la madre de los hijos de este mundo.
Las dudas traen miedo, preocupación, depresión, ansiedades; las dudas generan intranquilidad, falta de paz, tristeza. Sobre todo, las dudas traen el fracaso. Usted deja de creer en sí mismo, porque está en dudas. Y si no cree en sí mismo, a quien usted ve, ¿cómo va a creer en Dios, a quien no ve?
La fe es el antídoto contra las dudas, contra la muerte. Limpiar la conciencia, creer en sí mismo y fortalecer su fe combate todos los síntomas mortíferos de la duda. La fe no es una simple herramienta para conquistar un sueño personal. La fe es el poder de Dios para que conquistemos el Reino de los cielos, es decir, para que tengamos acceso a todo lo que Dios es y a todo lo que Dios tiene. Usted puede usarla hoy mismo y transformar cualquier situación que se haya levantado contra usted.
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Desprecie la duda, la inseguridad y el miedo. Fortalezca su fe, para que pueda tener una verdadera vida.
Fuente: Libro “El Pan nuestro para 365 días”, del obispo Edir Macedo