En el trabajo, ficha el ingreso por su compañero. Cree que aquella marca es interesante, pero por ser muy cara prefiere comprar la “versión” falsificada. No tiene ganas de ir a trabajar, pero la justificación no es razonable, entonces, un certificado médico falso resuelve el dilema.
El acto de corromper a alguien o algo al utilizar medios ilegales o ilícitos, con el objetivo de obtener ventajas con respecto a los demás, no es nada más y nada menos que corrupción.
La lista de actitudes semejantes no tiene fin, como, por ejemplo, adelantarse en la fila, intentar sobornar al policía para evitar multas, aceptar y guardar el cambio equivocado cuando notó que recibió más de lo que le correspondía, etc. Estas actitudes se consideran “normales” porque “todo el mundo las hace”, pero, en realidad, revelan un desvío de carácter de quien las practica.
Sin embargo, muchos ignoran que hay una tenue línea entre la falta de ética y la delincuencia. Y se engaña a sí mismo quien considera que pequeños desvíos en el ámbito privado no afectan al ámbito público, y que solamente la corrupción que los políticos practican, cuando desvían millones del presupuesto, genera una grieta en las cuentas públicas. Estudios revelan que pequeños deslices cometidos por los “ciudadanos del bien” reducen al país todos los años.
El fin no justifica los medios
Cuando practicamos esas pequeñas corrupciones, legitimamos las grandes. El obispo Edir Macedo en sus comentarios de fe explica que muchos creen que el fin justifica los medios, por eso mienten para alcanzar sus propios intereses. Pero, por basarse en engaños, aunque conquisten algo, no progresarán.
Sin embargo, la vida de una persona íntegra está asegurada. “Aparentemente, su honestidad puede dejarla en desventaja, pero su ganancia se establecerá para siempre”, destacó.
Y no se trata solo de una “cosita boba y que no le hace mal a nadie”. Con estas actitudes, la persona revela su estado espiritual delante de Dios.
Vea lo que el Señor Jesús dijo al respecto de la grandeza de la honestidad:
“El que es fiel en lo muy poco, también en lo más es fiel; y el que en lo muy poco es injusto, también en lo más es injusto. Pues si en las riquezas injustas no fuisteis fieles, ¿quién os confiará lo verdadero?” Lucas 16:10-11
“Las Escrituras revelan que, si una persona no logra ser fiel en las mínimas cuestiones, como en la administración de sus bienes o en su palabra, por ejemplo, ¿cómo podrá recibir tesoros espirituales? Por ser infiel en demandas terrenales, esa persona pierde la verdadera riqueza: la Vida Eterna”, aclaró el obispo.
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