Nota extraída del blog del obispo Macedo
Misioneros de la Iglesia Universal en el país africano sobreviven a los ataques que mataron a miles de personas
Costa de Marfil, un país de África Occidental, ha sido es escenario de una de las mayores masacres civiles de su historia. En noviembre del año pasado, el entonces presidente Laurent Gbagbo, que estaba en el poder hacía 10 años, perdió las elecciones presidenciales con el administrador de empresas Alassane Ouattara, pero rechazó dejar el poder. Se inició así una serie de protestas y acciones de manifestantes pro Ouattara. Laurenta Gbagbo inició una ofensiva sangrienta, abriendo ataques que dejaron miles de civiles muertos.
La crisis, que se transformó en una verdadera guerra civil, esparció horror por las calles de las principales ciudades del país, en la que personas fueron brutalmente asesinadas, independientemente de tener o no alguna afiliación política. Fueron saqueados supermercados, la energía eléctrica, la provisión de gas y agua fueron interrumpidas, y la salida menos arriesgada para los habitantes fue mantenerse como prisioneros en sus propias casas, que también podían transformarse en objetivo de los manifestantes, indiscriminadamente, en cualquier momento.
En un relato impresionante, Giovana Silvia, esposa de un pastor de la IURD en Costa de Marfil, cuenta los momentos de terror que pasó, junto a otros misioneros y miembros de la iglesia, que estuvieron a merced de los manifestantes pero en ningún momento perdieron la fe. Los acontecimientos se dieron en el mismo lapso en que la Iglesia Universal en todo el mundo vive la campaña del Ayuno de Daniel, buscando el Espíritu Santo. Lea el testimonio de Giovana:
“Conseguí internet para escribir bien rápido. La cosa aquí se puso negra. Para ganar tiempo, pues la red es limitada, escribí durante dos semanas lo que viví y aquí está:
Jueves 31 de marzo
Son las 13. Nuestro responsable, como otros pastores, no pudo salir de casa. Había muchos conflictos. Miles de hombres armados, disparando para todos lados, cada uno de su lado, con sus razones, pero con un único objetivo: ¡matar!
André, algunos pastores y yo logramos llegar a la sede en medio de los disparos. Intento concentrarme en mi trabajo, en el escritorio, creyendo que los disparos van a detenerse, a pesar de haber visto varios cuerpos en la calle.
De repente, un estruendo hizo temblar todo, nos tiramos en el suelo y allí nos quedamos por media hora, hasta que los ruidos disminuyeron. El obispo llama y nos dice que tenemos que ir a casa. Cerramos todo a las apuradas y nos vamos. Tenemos que levantar los brazos para mostrar que no estamos armados. Las calles desiertas, más cuerpos en el camino, pero logramos llegar a casa. Aquella noche, nadie duerme, pues los estruendos son perturbadores…
Viernes 1 de abril
Amaneció y los disparos continúan. Somos 12 parejas (pastores) aquí en el condominio. Estamos bien, pero nuestra preocupación son los demás pastores, auxiliares, el propio obispo, los obreros, el pueblo, en fin. ¿Qué está sucediendo? ¿Estarán bien? Intentamos llamarnos, pero las líneas telefónicas fueron cortadas. Comenzamos a orar juntos por la mañana, al mediodía y a las 17, sin decir que ya estábamos en propósito de oración cada 6 horas y en los 21 días del Ayuno de Daniel. La noche cae y los disparos no se detienen. Las bombas explotan insistentemente.
Sábado 2 de abril
Como dormir es casi imposible, sacamos la cabeza, apenas amanece. Tenemos poca comida en casa; decidimos ir al centro a comprar comida. No podemos ir con el auto, pues quien sale en auto será amenazado con un arma obligado a descender y verlo yéndose (con el auto). Entonces, vamos a pie. Son 8 kilómetros, ida y vuelta. Los tiros y las bombas continúan… lejos, pero continúan. Para nuestra sorpresa, llegamos a la calle principal y nos encontramos con una multitud buscando lo mismo que nosotros: comida.
Era un caos. Pocos lugares abiertos y miles de personas queriendo comprar. La fila no se respetaba; en la panadería, muchas peleas por un pan; en la feria, las pocas personas que iban a vender tenían poco y a un precio absurdo, pero no teníamos elección. Compramos lo que encontramos y pudimos comprar, pues el miedo y la desesperación de las personas eran grandes, lo que las hacían pelear, pues el toque de queda es al mediodía. ¡El día está terminando y los pastores se ponen de acuerdo para ir a la iglesia mañana por la mañana!
Domingo 3 de abril
Bien temprano, el obispo llama y dice que debemos permanecer en casa, pues él intentó salir y fue obligado a quedarse en el suelo, con un arma en su cabeza durante 20 minutos, y por la mano de Dios le permitieron volver a su casa, pero bajo la amenaza de no ir a la iglesia.
Indignados, nos pusimos a orar, pues era inadmisible quedarse en casa un domingo. Algunas iglesias tuvieron reunión con 10, 17, 30 personas valientes que viven más cerca y se arriesgaron. A la tarde nos reunimos y buscamos la presencia de Dios, y Él se hizo presente. Puedo oír la dulce voz que nos consuela, nos da fuerza, una paz interior, una tranquilidad que sólo Él puede dar. A pesar de escuchar los estruendos, teníamos seguridad. La noche cae y vamos a intentar dormir.
Lunes 4 de abril
Nos despertamos con la noticia de que una iglesia había sido destruida. Se robaron todo, sólo dejaron las butacas. El pueblo y los obreros llaman, preocupados por nosotros, pero cortan la electricidad y los celulares empiezan a descargarse. También viene poca agua; tenemos que economizar el gas, así como la comida. No sabemos cuándo podremos salir. Son las 4 de la tarde y percibimos muchos helicópteros volando muy bajo. La embajada de Brasil llama queriendo saber el lugar exacto en el que nos encontramos, y nos dicen que debemos reunir los documentos en un lugar seguro para que, en caso de rescate, estemos preparados. Claro, reprendemos eso en nuestro corazón, diciendo: “¡De ninguna forma!”.
Son las 16:45 y estamos listos para la oración de las 17, pero observamos algo extraño: el helicóptero deja caer algo del cielo, a algunos kilómetros de nuestra casa, y de repente eso explota, estremeciendo todo. Otros helicópteros siguen haciendo lo mismo. Vamos todos a la cocina, nos acostamos en el suelo y oramos. Tengo mucho miedo, como nunca sentí en mi vida. Cierro los ojos y sólo me resta confiar en Dios. Era Francia que estaba bombardeando cuatro puntos: a casa del presidente, la casa de Gobierno, y dos campos militares, uno de ellos, a 5 km de nuestra casa. Nuestro pensamiento está en nuestro pueblo, en los obreros, en los demás pastores, en los auxiliares que están en las iglesias. “¿Y si una de esas bombas cae en una iglesia? ¿Cómo estará el obispo? No tiene luz, ni línea telefónica. La noche cae y continúan los estruendos. Derriban un helicóptero. ¿Dónde cayó?
Y, así, pasamos la noche en el piso de la cocina. No se podía dormir con aquel ruido, todo sin saber si íbamos a ser alcanzados; una oscuridad horrible.
Martes 5 de abril
Me dormí, el cansancio me venció… ¡Todavía escucho bombas!
¡Todos felices por estar vivos! Glorificamos a Dios y pedimos sin cesar por los demás. Pasamos el día en oración, que ya no es cada seis horas ni tres veces por días, sino a cada hora. Intentamos pasar el día: las mujeres limpiando la casa, leemos la Biblia, libros, en fin, el día pasa. Siempre tenemos la esperanza de que mañana podremos volver a la vida normal.
Miércoles 6 de abril
Dormí esta noche, ¡gracias a Dios! Decidimos salir a comprar carbón, pues el gas se va a acabar en cualquier momento. Llegando al centro, la situación es aún peor. Hay menos cosas y lo que está, es más caro. Conclusión: comenzaron los saqueos. Los pocos supermercados que tenemos están completamente vacíos y destruidos.
No compramos mucho porque no hay, y porque el dinero con el que normalmente hacemos la compra de un mes, hoy sólo alcanza para comprar comida para una semana. Volvimos cansados de andar, luchar para conseguir las cosas, e indignados por ver la situación de la población.
Después de tres días sin electricidad, volvió, gracias a Dios. Teníamos miedo de que arruinara lo poco que tenemos. Ni agua fría hay. Aunque no estuviéramos en el ayuno de los 21 días, no podríamos seguir las noticias, pues la única emisora de TV fue bombardeada. Pero, fue declarado un “cese del fuego”. Es mediodía y estamos reunidos para orar, cuando el obispo llama diciendo que hombres armados entraron a su casa y le robaron algunas cosas y el auto. Damos gracias a Dios, pues pocos minutos antes él había ido a la esquina a intentar comprar algo, y fue en el momento en que los hombres entraron, encontrando a su esposa y a su hija. ¡No les hicieron nada!
¡Nuestra indignación aumentó! A la tarde, llega la noticia de que dos morteros fueron lanzados en la sede, destruyendo una parte del muro y un auto de la iglesia que estaba estacionado. Una vez más, Dios nos libró, pues las más de 30 personas, entre esposas, pastores, auxiliares y algunos obreros que han dormido allí no sufrieron ni un arañazo. ¡Dios ha escuchado nuestras oraciones!
Son las 17 y vamos a buscar la presencia de Dios y a participar de la Santa Cena, improvisada en casa. Fue una bendición; algo tan fuerte, como en la iglesia primitiva. El Espíritu Santo estaba allí fortaleciéndonos y dándonos paz. Siempre recordando a nuestro pueblo y obreros, pedimos al Espíritu Santo que les de la misma paz y certeza, donde sea que estén.
Jueves 7 de abril
El día está aparentemente calmo. El toque de queda es al mediodía, entonces, las personas corren para buscar algo para comer. Hoy abrieron las farmacias, pero hay centenares de personas; mucho caos. Imaginamos cuántas personas están heridas, sin atención médica, sin dinero. Paro y pienso en los hospitales. Una persona con problemas cardíacos, en el momento de las bombas, no sé lo que puede suceder. La estimación de muertos, solamente esta semana, es de 1500 personas, sin hablar de los heridos.¡Una semana en casa es indignante! Agradecemos a Dios por estar con vida, tenemos que comer, tenemos agua y luz, ¡pues sabemos que muchos no lo tienen!
Siempre en oración para que no falte nada a nuestro pueblo y a los obreros, termina el día y vamos a intentar dormir, pues ahora las invasiones a las casas se convirtieron en rutina. Las violaciones y agresiones son constantes, pero vamos a creer, pues si el Señor edifica la casa…
Viernes 8 de abril
Amaneció y no escuchamos disparos, a pesar de que algunos pastores fueron al centro, volvieron diciendo que hay muchos hombres armados cerca de nuestra casa. Terminamos de almorzar. Cuando voy a lavar los platos, un tiroteo comienza en nuestra calle. Permanecemos tirados en el suelo de la cocina, orando hasta las 15. Fue cuando las bombas y los disparos cesaron, pero ¡gracias a Dios estamos todos bien!
Sábado 9 de abril
Por la mañana los pastores fueron a la ciudad y volvieron diciendo que hay seis cuerpos en nuestra esquina, debido al conflicto de ayer. A 4 km hay más de 5 barricadas en las que las personas y los autos (los pocos que se arriesgan a salir con el auto) son revisados.
Nos reunimos para escuchar un mensaje del obispo Macedo, que nos fortaleció todavía más. Lo difícil era escuchar el mensaje (que André traducía en simultáneo para los pastores que no hablaban portugués), en medio de los disparos y las bombas que comenzaron a las 16. Recibimos la noticia de que tres parejas de pastores, que viven en otro barrio, tuvieron que dejar la casa y correr hacia la iglesia, entonces, nuestra oración estuvo exclusivamente dirigida hacia ellos.
La noche ya cayó y los disparos continúan. Estamos todos varados en casa, orando para que podamos dormir en paz, a pesar de la indignación en el corazón por no poder ir a la iglesia. Una vez más, mañana, por segunda vez, nos quedaremos en casa un domingo. Los miembros nos llaman diciendo que no tienen cómo ir a la iglesia mañana. Los pastores deciden arriesgar e ir a una iglesia cercana a nuestro barrio, a unos 9 km de nuestra casa. Irán a pie. Apenas las esposas y dos pastores se quedarán. En fin, así fue programado. Veremos cómo será mañana.
Domingo 10 de abril
Los pastores fueron a la iglesia y volvieron en paz. Tuvieron que parar en algunas barricadas. El problema es que cuando ven que son misioneros, se ponen nerviosos porque dicen que los cristianos oran en su contra. Los pastores intentan explicarles que oran por la paz y nada más, pero a ellos mucho no les gusta. Entonces, hicimos una credencial de voluntarios de la ABC y ese será el documento que presentaremos ahora.
Tuvimos reuniones en algunas iglesias. Me puse muy contenta con el llamado de una obrera, que me dijo que algunos obreros y miembros oraron dentro de la iglesia que fue destruida; aún así ellos oraron. Le dije que eso es lo que Dios espera de nosotros, una fe propia e independiente. Cuando tenemos el Espíritu Santo, no dependemos del pastor de la iglesia, pero tenemos una fe propia. Una niña del Pre Adolescente también me llamó y dijo que está bien, pero, infelizmente, hay un obrero que trabaja con conmigo en la EBI que está desaparecido. Yo creo que él está bien. ¡Dios es fiel!
Los estruendos continúan. Es extraño, pero nos acostumbramos a ellos; ya no nos asustan tanto. Oramos a las 17; buscamos las fuerza de Dios, lo que no nos ha faltado, tengo la certeza de que esto va a terminar, ¡esa certeza viene del Espíritu Santo! Llueve bastante. El tiempo parece mostrar su indignación. Estuvimos sin luz durante el día, pero ya volvió.
Oro para que mañana podamos salir de casa. En este momento, helicópteros y aviones sobrevuelan aquí bien cerca. Sólo Dios nos puede proteger. Nunca sabemos cuándo y dónde van a bombardear o disparar. ¡Sólo contamos con la protección de Dios!
¡Hasta aquí nos ayudó el Señor!
Tenemos qué comer, agua y luz. Ya no se escuchan bombardeos, lo que reina ahora son las invasiones a las casas, por eso contamos con la protección de Dios y nada más. Sólo Él nos guarda.
Por Giovana Silvia (esposa de pastor en Costa de Marfil)