Los mercados eran los centros neurálgicos de las ciudades bíblicas. No solo se comercializaba en ellos, como podríamos pensar sin un análisis más profundo. Servían de centro financiero para bienes y servicios, pero también de escenario para los artistas, oficina para artesanos, podio para quien quisiera hablar al público, incluso un aula de clases en algunas localidades. Era el espacio en común para todos los habitantes urbanos, y de los que vivían en la zona rural, más cercana, además de los viajeros de otros reinos.
Generalmente, el mercado era un gran espacio abierto cerca del portón principal de una ciudad, después de que se entraba en ella. Las principales calles (nada más que estrechos callejones) comenzaban en él, generalmente donde vivía la mayoría de los comerciantes, que no necesitaban trasladarse mucho con sus productos. En aquellos tiempos, el comercio era sectorizado en algunas ciudades – como en la de Benjamín, donde Jeremías estuvo preso y, todos los días, recibía un “pan de la calle de los Panaderos” (Jeremías 37:21).
En una época en que no había heladeras era necesario comprar alimento fresco a diario, o incluso para períodos un poco más largos (para conservas domésticas). También en los mercados eran vendidos bienes más durables como ropa, calzado, accesorios y utensilios domésticos, alfombras, armas, animales, etc. Algunas ciudades tenían grandes ferias semanales para atender a los comerciantes y productores de ciudades menores cercanas, que compraban, vendían o intercambiaban sus mercancías. Incluso los mercados permanentes seguían ciertas reglas, como en Nehemías 13:15-22, en que él determinó que el comercio no se hiciera los sábados, con respecto al shabat.
Puestos y tiendas
Un mercado de la época bíblica, estaba formado de manera semejante para israelitas y palestinos, con la mercadería dispuesta en el suelo, sobre grandes paños, bajo o sola, con el vendedor sentado entre ellas. El apóstol Pablo se sentaba entre los tejidos para coser las tiendas que vendía a los nómades, y aprovechaba para evangelizar a los presentes, incluyendo a algunos clientes. Cuando una caravana llegaba cargada de novedades y nuevos cargamentos de alimentos, se armaban ferias especiales para aquella demanda.
Ya en esos tiempos, la fachada de algunas casas de comerciantes se abrían, cubiertas por un toldo – los principios de las tiendas que hoy conocemos. Esa formación se encuentra aún hoy en las calles cercanas de muchos mercados israelíes y árabes. También fue en esos tiempos que los puestos desmontables comenzaron a utilizarse, con cobertura para proteger productos y personas del sol, de la lluvia o de la nieve. En algunos souks (palabra en hebreo para “mercado”) o shouks (en árabe), algunas calles fueron cubiertas (como aún lo son) como los toldos o tejados, más o menos como los corredores de galerías y shoppings de hoy, permitiendo que el comercio continúe incluso con tiempo malo o en días de sol muy fuerte.
Los precios no suelen ser fijos, y era habitual que los involucrados en la transacción arreglaran una oferta. Proverbios 20:14 muestra bien eso: “El que compra dice: Malo es, malo es;?mas cuando se aparta, se alaba.” Le correspondía a quien compraba insistir en un descuento y, una vez logrado, lejos de la presencia del vendedor sacaba ventaja de lo que ahorró. Como podemos ver, no todo cambió de esa era a la nuestra.
Ya se usaba el dinero o ciertas medidas de algunos metales, pero alguna mercadería menor, no por eso menos necesaria, también se usaba como intercambio. Jesús cita indirectamente las medidas de los productos secos (cereales, por ejemplo) en los mercados, hablando de la “… medida buena, apretada, remecida y rebosando…”, que debía ser honesta (Lucas 6:38).
Como en algunos portones de las ciudades no se permitía el paso de camellos, caballos o carrozas, algunos cargadores eran los intermediarios y negociaban una tasa con los comerciantes para llevar los productos adentro o afuera del perímetro, así como los estibadores lo hacen hoy.
Generalmente, un mercado tenía movimiento e alegría. Se puede decir que la vida social de la ciudad se producía en él. La Biblia, en una de sus traducciones, designa varias veces a los mercados como plazas, pues esa era una de sus funciones. Se expresa de esa manera en Hechos 17:16-17, por ejemplo:
“Mientras Pablo los esperaba en Atenas, su espíritu se enardecía viendo la ciudad entregada a la idolatría. Así que discutía en la sinagoga con los judíos y piadosos, y en la plaza cada día con los que concurrían.”
De la misma manera en Mateo 20:1-4, cuando muestra que los hombres que buscaban trabajo iban al mercado para buscar a los empleadores, y viceversa:
“Porque el reino de los cielos es semejante a un hombre, padre de familia, que salió por la mañana a contratar obreros para su viña.
Y habiendo convenido con los obreros en un denario al día, los envió a su viña.
Saliendo cerca de la hora tercera del día, vio a otros que estaban en la plaza desocupados;
y les dijo: Id también vosotros a mi viña, y os daré lo que sea justo. Y ellos fueron.
Las losas de las casas vecinas servían de tribunas improvisadas (Lucas 12:3):
“Por tanto, todo lo que habéis dicho en tinieblas, a la luz se oirá; y lo que habéis hablado al oído en los aposentos, se proclamará en las azoteas.”
Así como hoy, en varias ciudades de todo el mundo, en los mercados un visitante podía descubrir muchas cosas sobre las tradiciones y costumbres de los habitantes locales.