El nombre Caín significa “herrero”, así lo registra el investigador Ralph Gower en su libro “Usos y Costumbres de los Tiempos Bíblicos”. Los artesanos del cobre, según el autor, descienden del hijo de Adán y Eva – entre ellos Tubalcaín, “maestro de toda obra de cobre y hierro” (Génesis 4:17-22).
Caín originó la tribu de los quenitas, quienes exploraron el cobre de la región del Sinaí junto a los egipcios. El metal de color dorado-rosáceo era extraído en bruto de la mina (foto) por calentamiento, de manera muy rudimentaria. Cuando la temperatura alcanzaba el punto de fusión apropiado (1.038 grados Celsius), el cobre se derretía y se derramaba entre los demás materiales que se encontraba con el suelo – en yacimientos a cielo abierto o subterráneos. Después, era batido y moldado a martillazos, en frío.
Job también muestra cierta experiencia con metales (Job 28:1-2).
Después de separarlo de las impurezas (entre las que también estaba el hierro, el cual los descendientes de Caín aprenderían más tarde a malear mejor), era usado como materia prima para utensilios. El metal era roto en pedazos menores en morteros de piedra y se lo derretía sobre hornallas, con fuego de madera de acacia. Aquellas antiguas hornallas eran muy simples, un cuadrado con uno de sus lados abiertos hacia el lado del viento, eso mantenía las llamas activas. Hasta hoy, los arqueólogos encuentran restos de ese tipo de equipamientos, así como gran cantidad de escombros (restos de extracciones mezcladas a los metales) a lo largo de todo el Golfo de Aqaba.
Alrededor de 2000 antes de Cristo (a.C.), los artesanos descubrieron que al agregarle al cobre hasta un 4% de estaño, daba origen a una combinación metálica muy resistente, tenía un punto de fusión más bajo que el del cobre puro, y podía vertirse en moldes fácilmente para la fabricación de diversos objetos – el bronce, material con que se hace también el menora (foto). Por ser más barato que el oro, lo substituyó muchas veces en la decoración de ambientes. En el sur de Israel, los árboles, prácticamente se extinguieron a raíz del uso de leña para las fundiciones.
El arte de transformar el cobre bruto en utensilios domésticos decayó en aquella época y, con el advenimiento del bronce, en las armas al igual que en piezas de armadura, solo fue nuevamente fortalecido en la época en que los romanos dominaron Tierra Santa.
Con el avance de la tecnología, la temperatura de las fundiciones pudieron aumentarse progresivamente para que aquella antigua impureza del cobre, el hierro, pasase a ser más utilizado para los mismos artefactos y comenzara una nueva era.
El cobre es usado hasta hoy a gran escala debido a su gran versatilidad (tubos, fibras eléctricas, monedas e incluso utensilios de cocina que tienen entre sus mayores admiradores a los más importantes chefs del mundo) y por su abundancia en la naturaleza.
Ampliamente explorado a lo largo de los años, los cuidados ecológicos de su exploración (como el cuidado con sus residuos en los manantiales) son una práctica más reciente, desde mediados de la segunda mitad del siglo pasado. El metal dorado continua extrayéndose sobre y debajo de la tierra. La isla de Chipre, en el Mar Mediterráneo, debe su nombre (derivado del griego kýpros = cobre) al metal, por la abundancia de cobre en el lugar.