“Palabra del Señor que vino a Jeremías, diciendo:
Levántate y vete a casa del alfarero, y allí te haré oír mis palabras.
Y descendí a casa del alfarero, y he aquí que él trabajaba sobre la rueda.
Y la vasija de barro que él hacía se echó a perder en su mano; y volvió y la hizo otra vasija, según le pareció mejor hacerla.
Entonces vino a mí palabra del Señor, diciendo:
¿No podré yo hacer de vosotros como este alfarero, oh casa de Israel? dice el Señor. He aquí que como el barro en la mano del alfarero, así sois vosotros en mi mano, oh casa de Israel.”, (Jeremías 18:1-6)
En un tiempo sin producción industrial a larga escala de recipientes de plástico y vidrio, el trabajo del alfarero era de suma importancia. El profesional le daba forma a una materia prima abundante, el barro, para hacer vasos, jarras, lámpara de aceite, tejas, ladrillos y esculturas. Los utensilios eran usados para transporte de líquidos y sólidos, además de almacenaje, hechos con técnicas que mejoraron con el tiempo.
“Del norte levanté a uno, y vendrá; del nacimiento del sol invocará mi nombre; y pisoteará príncipes como lodo, y como pisa el barro el alfarero.”, (Isaías 41:25).
La arcilla era extraída del propio suelo y mezclada con cierta cantidad de agua, para ser pisada, como evidencia el fragmento de Isaías arriba. Con los pies de los alfareros y auxiliares, el barro quedaba más compacto, sin cascotes de arcilla, y eran retiradas las impurezas como piedras y yuyos.
Después de pisarlo, el barro se volvía una masa plástica, era llevado a una recipiente para colocarle más agua, de acuerdo con la consistencia necesaria para el tipo de objeto que sería hecho con él. Algunas culturas mezclaban la arcilla con un poco de yeso molido – después de quemado, el material quedaba refractario, utilizado para cocinar alimentos.
Diferentes métodos, mismo fin
Los alfareros primitivos hacían una pieza larga cilíndrica con barro, como una manguera, y la enrollaban en espiral para formar un recipiente. Después, el material era alisado. Posteriormente, cavaban agujeros en el suelo con el formato deseado, y se colocaba el barro en ellos, presionándolo contra los bordes, para darle forma. En seguida vino el modo más utilizado hasta hoy: la rueda de alfarero. Una plancha redonda horizontal recibe el pedazo de barro. Girándola, el ceramista iba dando forma a la arcilla con las manos o una espátula. Al principio, una persona moldeaba el barro, mientras giraba la rueda. En el año 200 a.C. fue agregada una segunda rueda mayor abajo ligada a una menor con un eje. El propio alfarero movía la rueda inferior con los pies. El método todavía hoy es usado por culturas de tecnología más primitiva, o con el uso de pedales, mientras otras mueven la rueda con motores eléctricos.
Los objetos fabricados para uso doméstico, profesional o decorativo, podían ser hechos para la venta en mercados o por encargo. Toneles, vasos y hasta botellas (el pico fino era hecho de esta forma para no derramar líquidos y colocarle tapa) hacían parte de lo cotidiano tanto en familiar simples como en casa de reyes. De acuerdo con la época, podían decorarse en relieve, hechos con barro aún fresco, o con pinturas.
Además de la rueda, los alfareros del Antiguo y del Nuevo Testamento ya usaban moldes de madera, en los cuales la arcilla era comprimida.
Sin embargo no bastaba poner el objeto de barro a secar a temperatura ambiente. Necesitaba ir al horno. Literalmente asado, el mineral reacciona al calor y se torna más conciso, resistente al fuego y al agua. Un objeto de esos, si no fue debidamente quemado, puede tanto deshacerse al ser mojado, o quebrarse fácilmente, aún con pequeños golpes. Hasta hoy, grandes industrias que trabajan con cerámica (lozas para baños, revestimientos o incluso de diversas formas) utilizan hornos más modernos para templar (dar más resistencia) el material.
Vidas “quebradas” y recuperadas
Además de la utilidad práctica, observando atentamente el trabajo del alfarero el profeta Jeremías protagonizó uno de los hechos más conocidos de la Biblia, el que comienza este texto. Un objeto de barro se arruina aún en la rueda, el mismo pedazo de arcilla puede ser moldeado nuevamente, volviéndose nuevamente en algo bueno en forma y capaz de guardar un precioso contenido. Tal como una persona, que aún “quebrada” por las circunstancias de vida y por elecciones equivocadas, se torna nueva criatura por las manos de Dios cuando se somete realmente a Él.