“Cuando habían pasado, Elías dijo a Eliseo: Pide lo que quieras que haga por ti, antes que yo sea quitado de ti. Y dijo Eliseo: Te ruego que una doble porción de tu espíritu sea sobre mí. El le dijo: Cosa difícil has pedido. Si me vieres cuando fuere quitado de ti, te será hecho así; mas si no, no. Y aconteció que yendo ellos y hablando, he aquí un carro de fuego con caballos de fuego apartó a los dos; y Elías subió al cielo en un torbellino.” 2 Reyes 2:9-11
Muchos, cuando escuchan en el medio cristiano la expresión “porción doble”, inmediatamente piensan en bendiciones – no extrañamente, materiales. Cuando Eliseos se refiera a ella en la Biblia, tiene un significado extremadamente más fuerte e importante, en base a una costumbre de la época.
En los tiempos bíblicos, cuando un patriarca fallecía y su herencia era repartida entre sus hijos, el primogénito recibía el doble en relación a la cantidad destinada a los hermanos. Solo que ese beneficio tenía un precio muy alto: a él se le concedían más bienes, porque tenía la responsabilidad que antes era de su padre, se volvía el líder de la familia y respondía por ella ante la sociedad.
Volviendo al episodio entre Elías y Eliseo, el segundo no deseaba necesariamente más bendiciones, más capacidad o estatus que el primero. Su pedido dejaba en claro que él quería ser el sucesor de Elías, dispuesto a enfrentar los desafíos incontables de la vida de profeta. Desafíos que no solo eran muchos, sino que también se presentaban demasiado grandes.
Aludiendo a la costumbre de la herencia doble, Eliseo declaraba ante Dios y Elías su disposición para asumir la noble e intensa actividad de su antecesor. Para ese intento, era comprensible que le pidiera al Señor que lo capacitara para hacer Su trabajo en la Tierra, orientando y exhortando a Su pueblo.
Trazando un paralelo con nuestros días, no es extraño encontrar a alguien que desee riquezas, beneficios y poder, pero que no conozca (o no quiera, lo que es más común) las enormes responsabilidades que esas bendiciones requieren. En pequeñas, medianas o grandes esferas, no todos los que tienen dinero y poder tienen condiciones de administrarlos con sabiduría, lo que lleva a desmandos, abusos, incluso la ruina física, social, financiera y espiritual. A pesar de todo lo que Eliseo le pidió a Dios, el profeta sabía que sería solo Su siervo y que estaría bajo Sus cuidados permanentemente.
Siempre que alguien le pide algo a Dios, tiene que pensar si tiene la capacidad para mantener lo que le será dado, si el Señor así lo quiere.