En los tiempos bíblicos tres tipos de saludos eran los más usados en lo cotidiano, de acuerdo con la intimidad con la persona por saludar.
Un simple gesto con la mano, sin contacto físico, era lo más común. Podía o no ser acompañado de palabras: “saludos”, “alégrese” o “la paz esté con vosotros”, por ejemplo.
“Entonces Jesús les dijo otra vez: Paz a vosotros. Como Me envió el Padre, así también Yo os envío.”
(Juan 20:21)
Cuando Jesús ordenó que los 70 hombres saliesen a anunciar los preceptos de Dios, los orientó en cuanto al saludo cuando llegaran a la casa de una familia:
“En cualquier casa donde entréis, primeramente decid: Paz sea a esta casa.”
(Lucas 10:5)
Después seguía el beso formal, generalmente para amigos o invitados. Las manos eran puestas en los hombros de la otra persona, ambos se abrazaban y se daban un beso en la mejilla derecha y otro en la izquierda, en ese orden. Así Samuel besó a Saúl cuando lo ungió (1 Samuel 10:1). El fariseo Simón no saludó de esa manera a Jesús cuando lo recibió en su casa (Lucas 7:45).
Pablo habló de ese beso en Romanos 16:16:
“Saludaos los unos a los otros con ósculo santo. Os saludan todas las iglesias de Cristo.”
Había un beso que pedía más intimidad, demostración de amistad más profunda, o, en el caso de ser entre sexos diferentes, interés amoroso (Génesis 29:11).
Fue ese el beso que Judas traicioneramente Le dio a Jesús, para mostrarles a los soldados romanos, como había sido combinado, quién era el Mesías, entregándolo.
“Mientras Él aún hablaba, se presentó una turba; y el que se llamaba Judas, uno de los doce, iba al frente de ellos; y se acercó hasta Jesús para besarle.
Entonces Jesús le dijo: Judas, ¿con un beso entregas al Hijo del Hombre?”
(Lucas 22:47-48)
Había una reverencia, más formal, hecha a un invitado ilustre o a alguien destacado en la sociedad, como una autoridad. La persona que saludaba podía bajar la cabeza, respetuosamente, o inclinarse hacia adelante o, incluso postrarse. Tal actitud también era tomada en relación a algunos emisarios de Dios:
“Después le apareció el Señor en el encinar de Mamre, estando él sentado a la puerta de su tienda en el calor del día.
Y alzó sus ojos y miró, y he aquí tres varones que estaban junto a él; y cuando los vio, salió corriendo de la puerta de su tienda a recibirlos, y se postró en tierra, y dijo: Señor, si ahora he hallado gracia en Tus ojos, Te ruego que no pases de Tu siervo.”
(Génesis 18:1-3)
Sin embargo, ese saludo podía ser confundido con adoración. Algunos no lo hacían porque creían que solo deberían postrarse de esta manera ante Dios. Por eso, Pedro orientó al centurión Cornelio a no hacerlo, cuando entró en la casa del romano:
“Cuando Pedro entró, salió Cornelio a recibirle, y postrándose a sus pies, adoró.
Mas Pedro le levantó, diciendo: Levántate, pues yo mismo también soy hombre.”
(Hechos 10.25-26)
Otros se postraban solo porque les parecía que era señal de profundo respeto, sin intención de adoración.
[fotos foto=”Thinkstock, The Story of the Bible”]
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