“Moisés, Mi siervo…”– dijo el Señor a Josué.
La credencial de siervo de Dios no es el título. Apóstol, profeta, evangelista, pastor, maestro, obispo, obrero, doctor en teología, en filosofía o algo por el estilo, no caracterizan al siervo verdadero.
La credencial del siervo de Dios es servirlo.
A causa de eso, está muerto para el pecado, está muerto para el mundo, está muerto para la familia y está muerto para sí mismo.
Su vida no le pertenece, su familia no le pertenece, ni sus pertenencias personales le pertenecen.
Todo lo que a él se refiere pertenece a su Señor.
Vive para servirlo.
Su Señor es el Único motivo de vivir.
Él no vive, sino que su Señor vive en él.
Él no se justifica, sino que el Señor lo justifica.
Su servicio no está restringido al Altar, a la iglesia o a sus oficinas.
Donde él este, allí estará el siervo del Altísimo.
Y el Dios-Padre del Dios-Hijo honrará al siervo con el Dios-Espíritu Santo. Juan 12:26
No hay vacaciones, feriados ni descanso alguno. El Señor es la fortaleza de su descanso.
El Señor Se sirve de él las 24 horas del día por el resto de su vida.
Su servicio comienza en la Tierra y se extiende hasta el Cielo por toda la eternidad.
El siervo del Señor Jesucristo vive para servirlo.
La recompensa del siervo de Dios es el privilegio de ser llamado por el Señor como Mi siervo.
Así fue con Moisés y con todos los demás…
¿Usted ha sido siervo/a?
¿Todavía quiere ser siervo/a?
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