Existen muchos creyentes conocedores de la Palabra de Dios, con muchos conocimientos, pero que tienen una vida atada, mezquina, miserable.
Los creyentes dicen mucho “el Señor es mi pastor y nada me faltará”. Muchos miran su propia vida y ven que les ha faltado todo.
Péselo en la balanza: de un lado su vida, y del otro lado las promesas de Dios. Vea cómo está su vida. La Universal fue llamada para levantar una nación, una nación de vencedores, una nación de conquistadores, un ejército fuerte del Dios vivo aquí en la Tierra.
Nadie es aprobado sin antes haber sido probado. Para conquistar el Reino de los Cielos, tenemos que enfrentar pruebas y más pruebas.
Vivimos en la fe de matar nuestro león hoy y dejar uno atado para matarlo mañana.
Dios nos dio la fe, y la fe viene con el Espíritu de Dios.
Solo entra al Reino de los Cielos quien fue aprobado. Vamos a enfrentar tribulaciones hasta nuestra muerte.
No tomamos posesión de nada en esta vida, ni del Reino de los Cielos, cuando nos acomodamos, esperando que Dios haga lo que nosotros tenemos que hacer. Dios nos dio la fe para darle un rumbo a nuestra vida. Dios nos dio fe para conducir nuestra vida. Somos nosotros quienes hacemos nuestro destino.
Sin sacrificios diarios no hay forma de vencer, porque cuando hago un sacrificio por la fe, estoy haciendo una sociedad con Dios. No hay sociedad con Dios si no hay un accionar de la fe, pues la fe viene solamente a través del sacrificio.
Mi carne quiere gozar de este mundo, pero mi espíritu dice que no, yo no voy a darle ese derecho.
No sirve de nada creer que Jesús vino a salvarle y esperar que caiga maná del cielo. Si la persona es una perdedora aquí en la Tierra, ¿cómo conquistará la vida eterna, si el sacrificio que requiere es mucho mayor?
Si aquí en la Tierra usted no ha hecho lo mejor para conquistar las promesas de Dios, ¿cómo hará lo mejor para conquistar el Reino de Dios?
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