No hay nada más puro y sublime en la voluntad Divina que querer para el otro
lo que se es.
En medio de la súplica, Jesús expresa Su mayor deseo:
“Padre santo, a los que Me has dado, guárdalos en Tu Nombre, para que sean uno, así como Nosotros”. Juan 17:11
¿Cómo el Dios Padre puede atender al Dios Hijo si, en las iglesias que se dicen cristianas, existe el dominio babilónico? ¿Si cada una habla su propio lenguaje y busca por sus propios intereses, sin pensar en servir a Quien llaman Señor? ¿Es posible arreglar la Casa de Dios en los días actuales? ¿Es posible restablecer la ofrenda de manjares y la libación? Lea Joel 1:9
Solamente cuando todos sean poseídos por el Único Espíritu Santo eso será posible.
Es imposible que haya unidad de espíritu, de pensamiento, de fe, de corazón y de servicio sin la interferencia Personal del Espíritu de Dios.
Para que Su Iglesia sea única y todos sus miembros posean la misma unidad Divina, Él envió Su Espíritu. Su Iglesia es Un Único Cuerpo. Él es el Cabeza. El Espíritu Santo es el espíritu de Ese Cuerpo.
Mientras que el Espíritu del Altísimo no posea al miembro de la iglesia-institución, jamás va a pertenecer al Cuerpo de Cristo. ¡Aunque ocupe un cargo o una posición destacada en su denominación!
“Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Él”. Romanos 8:9
Ese es el motivo principal del Pentecostés. Pues, así como el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son Un Dios, también los cristianos deben ser un solo cuerpo. De lo contrario, son solo cristianos de apariencia.