Después de que Dios liberó al pueblo de la esclavitud de Egipto, Él le dio el primer y gran mandamiento para que tuviera una nueva vida: “Y amarás al Señor tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas”, (Deuteronomio 6:5). Esto quiere decir que Él debería ocupar el primer lugar en nuestras vidas y que nada ni nadie estaría por encima de Él en nuestro corazón.
Si amar a Dios debería ser el centro de nuestra existencia, ¿qué decir cuando alguien prioriza un área, cosa o persona, en lugar de enfocarse en su relación con Él?
Cuando una persona venera algo al punto de convertirlo en lo más importante de su vida, eso ocupa el primer lugar que debería pertenecerle exclusivamente a Dios. Por ejemplo, el individuo que ama más al dinero, a su profesión, su cónyuge, su hijo, sus estudios, su vida sentimental o incluso a internet más que a Dios. Eso es una forma de idolatría.
El obispo Edir Macedo, en una reciente reunión en el Templo de Salomón, explicó que el temor a Dios es fundamental para mantener la comunión con Él y alejarse de lo que es perjudicial. “El temor al Señor consiste en aborrecer y odiar el mal, el pecado, la soberbia, la boca perversa. Si usted dice que ama a Dios pero no aborrece el mal, tiene una conducta contraria a Su carácter. Usted es un mentiroso, un engañador”.
Por no ser obediente a Dios, la persona pone otras prioridades en su corazón y termina actuando conforme a su propia voluntad. “Usted incluso ha sido fiel, correcto, íntegro, pero, allí en el fondo de su ser, ¿cuál es su intención? Usted no está al servicio del Señor Jesús, sino de sí mismo. Sus obras son buenas, pero en su interior existe una mala intención. En lugar de quedarse mirando a los demás, verifique si hay una intención en usted que no está de acuerdo con el Espíritu de Dios”, advierte el obispo.
Pero si Dios representa todo para una persona, sigue Sus orientaciones y, debido a esa actitud, logra obtener los resultados que necesita. “Dios dijo: Yo amo a los que Me aman, honro a los que Me honran. Es así como funciona. El amor de Dios no es sentimental, es obediencia, fidelidad, consideración y temor”, enfatiza el obispo Macedo.
El Señor debe ser el bien más precioso en la vida de una persona: “No es su dinero, su diploma, su familia o su profesión. Si yo respeto y temo a Dios, incluso en las tentaciones que aparezcan, tengo un refugio, un escape.”
Un consejo de lo Alto
El Señor Jesús dio un consejo valiosísimo a la hora de elegir un camino en la vida: “Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas.”, (Mateo 6:33). No es una cuestión de creyentes ni un discurso de autoayuda. Es un consejo para el primer paso que debe dar quien quiera una vida fructífera. La vida solo será así si se la maneja de forma inteligente. Es cuestión de usar la razón.
El “Reino de Dios” no es un lugar. La palabra usada para “reino” en la traducción de la Biblia del hebreo al griego no significa lugar o territorio, sino “gobierno”. Entonces, el Mesías se refería al gobierno espiritual Divino en la vida de todos. Si nos detenemos a pensar, veremos que es una simple cuestión de causa y efecto. Si usted actúa de acuerdo a la voluntad de Dios y confía en Sus enseñanzas para vivir, tendrá una respuesta positiva.
Probablemente usted conoce a alguien que tiene mucho dinero, pero no sabe usarlo, es “la gente pobre que está llena de plata”. O a una persona muy bonita cuya belleza le trajo muchas desgracias; o a un individuo muy inteligente que se volvió esclavo de su propio ego; o a un líder que tiene el poder en sus manos pero se corrompió. Esos son algunos de los innumerables casos en los que una conquista o un don se vuelve mayor que sus dueños. Una persona que considera al Reino de Dios sabe qué lugar ocupa y no deja que nada esté por encima, pues usa correctamente su inteligencia para administrar su dinero, belleza, intelecto y poder. Ella es dueña de sus conquistas, no su esclava.
¿Cómo evitar caer en esa trampa?
Si entiende y acepta que usted es mayor que sus conquistas y tiene a Dios como base, las probabilidades de que le vaya bien son mucho mayores.
El obispo Macedo explica en su blog, obispomacedo.com: “Una cosa es recibir las bendiciones en todas las áreas de la vida en este mundo e, inclusive, servir como vehículo de esas bendiciones.
Otra cosa es recibir la bendición de las bendiciones: la plena certeza de tener el nombre escrito en el Libro de la Vida concedido por el Espíritu de Dios y también servir como instrumento de esa gloria.
Todas las bendiciones con respecto a la vida material son migajas delante de la grandeza de servir como morada del Espíritu Santo.
Nada en este mundo, por más rico, más lindo, más placentero, más todo, se compara con la plenitud del Espíritu del Señor Jesús. Debido a eso, nada ni nadie es capaz de eliminar el gozo, la paz y la convicción de Su presencia en nuestro interior.
Él es el Tesoro Oculto inagotable encontrado por aquellos que Lo buscan con todas sus fuerzas, con todo el entendimiento y con todo el corazón.
Es claro que, en Su ausencia, cualquier migaja, aunque sea amarga, es dulce como la miel.
La inmensa alegría de aquellos discípulos no tenía nada que ver con el gozo de la alegría y la certeza absoluta de ser el Templo vivo del Espíritu Santo”.
Es necesario entender que debemos sacrificar nuestros propios deseos para que Dios ocupe el primer lugar en nuestras vidas. Por supuesto que es importante tomar actitudes para tener éxito en todas las áreas, pero ellas deben estar por debajo de nuestra relación con Dios.
Cuando existe temor y obediencia a Su Palabra, tarde o temprano conquistaremos los resultados. Podemos tener todo lo que queremos cuando tenemos la presencia de Dios, pero sin Él, las conquistas no son garantía de felicidad. Enfóquese primero en amarlo, agradarlo y Él mismo lo llevará a donde quiera llegar.
“Ahora sé lo que es tener vida”
Camila Herrera creció en un ambiente hostil vivenciando las agresiones que se producían entre sus padres. Observar todo eso le generó rencor hacia su papá: “A medida que crecí no quería tenerlo cerca, lo rechazaba”, cuenta.
De adolescente vivía angustiada y no dormía de noche porque tenía insomnio. “Me sentía muy vacía e inferior a los demás. No creía en mí misma, tenía la autoestima por el suelo. Creía que no iba a poder tener lo que deseaba.
Empecé a salir de noche, a tomar alcohol, a tener cada vez más ‘amigos’ que me ayudaban a distraerme y a olvidar lo que pasaba en mi casa. Quería que las noches no se terminaran nunca porque no quería volver a casa y chocarme con la realidad que me mostraba que no era feliz”, relata Camila, que conoció la Universal y, en ella, la oportunidad de tener una nueva vida.
“Participando en las reuniones mi familia empezó a cambiar. Se restauró la relación con mis padres, perdoné a mi papá, pero había algo dentro mío que no había cambiado. Seguía angustiada, triste y sola, era porque no había recibido el Espíritu Santo.
Cuando comenzó el Ayuno de Daniel corté mis relaciones con esas amistades que no me ayudaban, dejé de salir por las noches y empecé a alimentarme de las cosas de Dios. Leí la Biblia, libros con mensajes de fe, busqué el Espíritu Santo, quise acercarme más a Dios durante esos 21 días, hasta que llegó lo que yo tanto había esperado.
Fue una noche inolvidable en la que recibí el Espíritu Santo. El vacío que tenía en mi interior desapareció, recibí paz y alegría, estaba asombrada por la experiencia que había tenido.
Cambió por completo la percepción que tenía de mí misma, empecé a creer que con Dios podía lograr todo lo que me propusiera. Ahora sé lo que es tener vida, gracias al Espíritu Santo”, afirma feliz.
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