Muchas mujeres, aunque son exitosas, tienen una carrera establecida y una familia constituida, ven cómo sus propias fuerzas, del tamaño de un grano de arveja, se revelan delante de los problemas. A pesar de lidiar con responsabilidades, ellas no logran administrar sus propios sentimientos.
Los pensamientos de derrota las debilitan y, al recibir una mala noticia, sienten como si una bomba cayera sobre sus cabezas y esto no ocurre por el hecho de formar parte del “sexo débil” –porque la debilidad, que es una característica interna, puede formar parte del perfil de cualquier persona, ya sea hombre o mujer; negro, blanco o amarillo; rico o pobre; etc.
CEÑIR LOS LOMOS
En la Biblia podemos encontrar la historia de una mujer que se mostraba fuerte incluso delante de las adversidades, pero no porque se sentía orgullosa o segura de sí misma, sino porque sabía sacar fuerzas de su confianza en Dios. Aunque se desconozca su nombre, su actitud revelaba quién era ella: una mujer virtuosa.
En Proverbios 31:17, es posible notar que esta mujer “Ciñe de fuerza sus lomos, y esfuerza sus brazos.” -y hacía de esto un hábito, así como cepillarse los dientes. Ceñir significa cubrir, revestir; algo que los soldados hacían al ponerse sus cinturones y mantener su espada cerca. De esa forma, estaban preparados para lo que pudiera suceder.
Y usted, ¿qué ha hecho?
A lo largo del tiempo, los conocimientos, las relaciones e incluso la imagen propia se fortalecen en muchas mujeres, pero la fe -que es algo crucial para enfrentar situaciones de turbulencia – ha sido dejada de lado por varias de ellas. Por eso, muchas no están preparadas internamente para lidiar con las dificultades y se rinden a los problemas, a los miedos y a las dudas.
La fuerza que la mujer virtuosa tenía en el pasado y que también todas pueden tener, queda en evidencia, incluso, cuando estamos en silencio. Esta fuerza hace que soportemos el dolor de la confianza que fue cruelmente traicionada, nos mantiene de pie cuando intentan hacernos daño o perjudicarnos; hace que permanezcamos firmes incluso delante de un error y nos anima a que levantemos la cabeza y sigamos adelante.
Pero esta fuerza no cae en paracaídas en el regazo de nadie. Es necesario hacer algo para obtenerla.
La fuerza interior está en la obediencia a la Palabra de Dios, pero, por tomar las riendas de las propias decisiones y hacer las cosas a la manera que mejor les parece, numerosas mujeres anulan lo que han recibido. Por ello, muchas que frecuentaban la iglesia, viven autoengañadas y esto les absorbe la poca fuerza que les queda y colabora a que estén débiles y desnutridas espiritualmente- incluso con tantos banquetes espirituales servidos a través de reuniones, mensajes, propósitos y del avivamiento de la fe.
Por lo tanto, fortalezca su área espiritual. De esta manera, todas las veces que las circunstancias de la vida intenten robarle la paz, usted sabrá cómo contraatacar -y no será con la fuerza de su brazo, porque sabrá que el Único Brazo que puede ampararle no es el suyo, sino el del Altísimo.