Cuando la persona mira hacia el Altar, se puede verificar que es de Dios, pero, si mira hacia la ofrenda, se observa que el dios de este mundo la encegueció. Cuando mira hacia la belleza, la magnificencia, la riqueza que está dentro del templo, pierde la visión de que el templo santifica el oro. Lo mismo sucede con nuestra vida: si priorizamos o valoramos las cosas físicas, la vanidad, la riqueza, los conocimientos y la propia personalidad más que el alma, no vemos nada.
Jesús dijo: «Ninguno puede servir a dos señores…», Mateo 6:24. Usted no puede servirse y servir a Dios, o sirve a uno o al otro. ¿Qué es más importante? ¿El oro o el templo que santifica el oro? ¿La ofrenda o el Altar que santifica la ofrenda? ¿Su cuerpo o su alma, que es eterna?
El cuerpo se pudrirá en este mundo, volverá al polvo, pero el alma no morirá. Mientras la persona está en este mundo, tiene condiciones de direccionar su alma hacia donde quiera y priorizar la Salvación, en lugar de su vida exterior.
Muchas personas dicen: «Puedo vivir en el pecado, puedo caer de a poco, puedo de vez en cuando “arreglármelas”, porque Dios es amor y dice: “Mi gracia te basta”». Solo que muchas personas están en el infierno porque escucharon esa doctrina falsa y satánica que dice «Mi gracia te basta», lo que basta es la Salvación de nuestra alma.
Por lo tanto, mírese a sí mismo. Analice si está ocupado y preocupado con más cosas de esta vida y dejando de mirar hacia el Altar, hacia el templo, hacia lo que es más importante, que es su alma. Fue por lo que Jesús preguntó: «¿Qué es más importante, el oro o el templo que santifica el oro?», piense al respecto.