Buenas tardes, obispo. En una reunión que tuvo con nosotros, pastores, usted habló sobre algo muy profundo, algo que nunca había reflexionado sobre la bata de bautismo que les entregamos a las personas. Usted dijo que esta sería la última ropa que vestirían en esta campaña, y eso quedó en mi mente, porque realmente es algo muy fuerte.
«Y nadie pone un remiendo de tela nueva en un vestido viejo; porque el remiendo al encogerse tira del vestido y se produce una rotura peor. Y nadie echa vino nuevo en odres viejos, porque entonces los odres se revientan, el vino se derrama y los odres se pierden; sino que se echa vino nuevo en odres nuevos, y ambos se conservan». Mateo 9:16-17
Según algunos medios de comunicación, en todo el mundo, cada año se consume una cantidad enorme de prendas de vestir. Esto significa que las personas tienen una gran preocupación por su apariencia exterior.
Incluso, hay quienes separan la última prenda de ropa que desean vestir antes de morir.
Es cierto que la ropa puede disfrazar un poco el estado interior de una persona, haciéndola aparentar que todo está muy bien, cuando en realidad todo está muy mal.
No obstante, cuando la muerte llega, no avisa con días de anticipación, simplemente llega, y partimos de este mundo con la ropa que estamos usando.
Pero, cuando llegue el último día, ¿estaremos vestidos con aquella que debería ser nuestra última ropa en esta vida?
Cuando tomamos la decisión de ir al Jordán arrepentidos (bautismo en las aguas), normalmente recibimos una bata de bautismo, es decir, cuando decidimos morir para este mundo y tener una nueva vida.
Esta bata de bautismo debe ser nuestra última ropa, porque todos los que la usaron están muertos para este mundo y no se preocupan más con qué ropa estarán usando su último día de vida.
Pr. Douglas Coutinho, responsable por el trabajo evangelístico de la Universal en el partido de Escobar, PBA.