Nadie está libre de fallas y la vida no es un cuento de hadas o un cómic de superhéroes en el que alguien dice una palabra mágica y todo cambia de un día para otro.
Al hombre, generalmente, se lo considera terco cuando el tema es cambiar. Él tiene la tendencia de conservar manías y malas costumbres, que ponen en peligro su salud, su trabajo, su relación amorosa e incluso lo más importante: su vida espiritual. Aunque sepa que está equivocado, él cree que dar el brazo a torcer y admitir el error es debilidad, cuando, en realidad, actuar de esa manera es simplemente no usar la sabiduría.
En la vida amorosa, están los extremadamente celosos, que intentan monitorear cada paso de la mujer amada: cercenan sus amistades, la relación con su familia, su trabajo y tienen esa manía infantil de querer atención todo el tiempo. Después se quejan cuando ellas se sienten sofocadas y quieren terminar la relación.
Por otra parte, están esos terquitos que no se rinden delante de un buen argumento contrario, aunque este sea plausible, o los que tienen dificultad para respetar una opinión diferente, apesar de que no estén de acuerdo con ella. Eso demuestra inmadurez y egocentrismo. El reycito de la mamá nunca puede estar equivocado.
Además, el “mimado”, lamentablemente, también existe. Él siempre recibió todos los cuidados y no se mueve para lograr nada. Al contrario, cree que el mundo debe servirlo. Y ay del que lo reprenda por algo equivocado que haya hecho o del que no le dé lo que desea.
Estos son ejemplos cotidianos de fallas grandes o pequeñas, pero aún hay peores, las de carácter: el sujeto no es fiel, tiene vicios, come mal, es un “Vicente va con la gente” y sigue las malas costumbres del grupo solo para encajar, gasta más dinero del que debería, descuida a sus hijos y otras muchas pésimas actitudes que tienen un efecto acumulativo negativo en su vida, y en la de todos los que lo rodean. Sí, una conducta equivocada nunca le causa daño solamente al que la practica, pero a los irresponsables e inmaduros no les importa ni un poco.
¿Cómo cambiar esos y otros desaciertos? ¿Solamente se debe querer? No. Claro que reconocer los puntos equivocados es un buen comienzo, pero saber que ellos existen y no buscar una solución no surtirá ningún efecto positivo. Esa manía seguirá causando daños y los multiplicará día tras día, hasta que llegue el inevitable final dramático del que tiene esa conducta: perder algo, a alguien o a sí mismo.
Como dice el versículo: “Como aguas profundas es el consejo en el corazón del hombre; mas el hombre entendido lo alcanzará.” (Proverbios 20:5). Esta Palabra nos muestra que vale la pena buscar la sabiduría, escucharla y ponerla en práctica, en lugar de hacer lo que muchos han hecho, y como se ha mencionado anteriormente: dejar que una buena lección entre por un oído y salga por el otro.
El capítulo 20 del libro de Proverbios está repleto de otros consejos excelentes. Vale la pena realizar una buena lectura, meditar y dejar que surta efecto en su vida. La Palabra de Dios le da sabiduría, fuerza de voluntad y forma su carácter para reconocer cuando necesita cambiar algo. Con ella, usted contará con un poder mucho más grande que el suyo: el de Dios.