Cuando se habla del amor, inmediatamente el corazón late. La palabra en sí despierta fantasías de pasión. Los sentimientos vibran, a la carne le gusta.
¿Quién, en este mundo, es capaz de odiar al amor? Supuestamente solo hace bien. Remite a ilusiones. Sueña fantasías, vislumbra el futuro. El mundo ha abrazado al amor, independientemente de la forma en que viene. Pero, ¿qué es el amor? Hay dos formas en que este sentimiento se expresa: la humana y la Divina. El amor humano está sujeto a los caprichos del alma. Está formado por la impaciencia, la intolerancia, los celos, la ira, el orgullo, la traición, el egoísmo, la incomprensión, el interés personal, en fin, está aliado a la injusticia o al pecado.
Es el amor que hastía y que se “termina”. Por eso se ha aprovechado de los débiles, rendidos a sus pasiones sin perdón. A veces, incluso mata. En cambio, el amor Divino no tiene nada que ver con los sentimientos, sino con la razón. Es un valor tan considerado como la honra de la palabra; como la verdad; como la fidelidad, que todo sufre, todo cree, todo soporta, pero que jamás hastía ni se termina.
Este amor proveniente del Espíritu de Dios está unido a Su Justicia. Sus virtudes se ajustan a Su Palabra.
En la práctica, el amor que hastía es carnal, interesado y generado en el infierno. Siempre conduce a la muerte. Y lo peor, a la muerte eterna.
Pero el amor verdadero viene de Dios y es fiel hasta la muerte. No hastía, no cansa, no desiste y jamás acaba. Ese es el tipo de amor que el Dios Altísimo ha ofrecido a la humanidad. ¡No desiste nunca! Incluso siendo cruelmente rechazado, ridiculizado, despreciado y hasta odiado, aun así, Sus manos están siempre extendidas para salvar a los que quieren. Pregunta: ¿cómo puedo amar y ser amado con el amor que viene de Dios? Podrá cuando reciba el Espíritu del Amor, o sea, el Espíritu de Dios. Solo Él es capaz de dar discernimiento para notar si el amor recibido de alguien es verdadero o falso.
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