Es importante que entiendas cuándo el sentimiento de querer que Dios actúe es, en realidad, un sentimiento camuflado de venganza
Una inclinación natural del ser humano, la venganza, es un sentimiento destructivo de querer devolver de la misma manera el mal sufrido. Con lenguaje popular se expresa “devolver con la misma moneda”. Por ser tan inherente a la naturaleza humana, el tema aparece constantemente en las noticias policiales como motivo de delitos. Y, por el hecho de que todo el mundo insiste en incentivar el odio como forma de reparar el daño, la venganza es un tema presente en las tramas de libros, películas, telenovelas e incluso en canciones. Quien nunca deseó que el protagonista de una trama se “vengara” de quienes le hicieron daño o, al menos, haya querido que el villano sufriera por todo el mal que hizo, que tire la primera piedra.
Pegándote un tiro en el pie
Sin embargo, la venganza no borra el honor del ofendido, sino que lo hace similar al ofensor y le trae consecuencias aún más desastrosas, incluso si, inicialmente, promueve el placer de verlo sentir supuestamente el mismo dolor que él causó. Es como dice el proverbio japonés: “Antes de salir a buscar venganza, cava dos tumbas”, es decir, el vengador también necesitará una. Además, el resentimiento y el estrés liberados en este viaje de venganza pueden ser perjudiciales para tu salud física y emocional.
Pero la venganza no se limita simplemente a planificar o querer explícitamente causar daño al ofensor. Hay muchas personas que secretamente estimulan su deseo de venganza, pero de una manera “aparentemente” correcta: cuando quieren que quien hizo algo contra ellos sufra bajo la ley del boomerang. Al actuar de esta manera, paralizan sus vidas a la espera de cuándo se hará la justicia de Dios y cuándo la otra persona pagará por lo que hizo.
La Ley del boomerang
La ley del boomerang es divina, porque, de hecho, cosecharemos todo lo que sembremos. Esta ley es un signo de la justicia de Dios, porque, tarde o temprano, el mal cae sobre la cabeza de quien lo practica. Sin embargo, hay muchas personas no creen en la ley del boomerang porque observan que a su alrededor hay personas que han cometido errores, pero no han pagado por lo que hicieron. Muchos no comprenden que esta ley no está al servicio del deseo de venganza de nadie, Dios es justo y les da a todos la oportunidad de arrepentirse. A veces ves a una persona malvada vivir una larga vida, pero eso es porque Dios le da la oportunidad de arrepentirse. Así que no dejes que tus ojos te digan si la Palabra de Dios es justa o no. Esa Palabra te llama a confiar en Él, aunque no la veas.
De quién es la venganza
La venganza pertenece exclusivamente a Dios. Así, todos los que recurren a ella atraerán las consecuencias de esta actitud. Pensemos un minuto: por el deseo de venganza, ¿cuántos conflictos entre familiares, amigos y vecinos terminaron en tragedias?
Dios es claro en Su Palabra y manda en Romanos 12:19: «Amados, nunca os venguéis vosotros mismos, sino dad lugar a la ira de Dios, porque escrito está: Mía es la venganza, Yo pagaré, dice el Señor.» Esto es tan grave que la Palabra de Dios incluso aclara, en Proverbios 24:17-18, que Él puede anular la venganza cuando observa cierto placer en el ofendido al ver sufrir a su ofensor: «No te regocijes cuando caiga tu enemigo, y no se alegre tu corazón cuando tropiece; no sea que el Señor lo vea y le desagrade, y aparte de él su ira.»
Matando la sed de venganza
La mejor manera de matar la sed de venganza es haciendo justamente lo contrario, es decir, perdonando. Mientras que la venganza multiplica las heridas, el perdón las elimina. Aunque la tendencia humana es guardar rencor y querer devolver mal con la misma moneda, la Palabra de Dios nos enseña que es haciendo siempre el bien como debemos pagar, incluso las malas actitudes (Lucas 6:29).
En este sentido, reforzamos que el perdón no es sinónimo de impunidad. Si se comete un delito, deberá denunciarse ante las autoridades competentes. Perdonar significa no guardar ningún resentimiento, por pequeño que sea, sobre lo sucedido. Cuando hacemos lo contrario de lo que exige el deseo de venganza, agradamos a Dios, y Él no solo hará justicia a su tiempo, sino que también nos recompensará, como está escrito en Proverbios 25:21-22: «Si tu enemigo tiene hambre, dale de comer pan, y si tiene sed, dale de beber agua; porque así amontonarás brasas sobre su cabeza, y el Señor te recompensará».