En un mundo cada vez más frío y violento, gestos de compasión, generosidad y empatía se han vuelto más raros.
Delante de tanta barbarie, asesinatos, robos, violaciones y tantos crímenes repugnantes de los que se tienen noticia, las personas se están volviendo más egoístas e indiferentes al sufrimiento ajeno. Viven tan desconfiadas y amedrentadas que ni siquiera logran retribuir un saludo de un desconocido en la calle, cuando ellos solo tratan de ser gentiles. Y, de hecho, no se puede negar: la crueldad humana parece no tener límites.
Sin embargo, todavía existen personas que creen en el ser humano, que creen que sí es posible ser generoso, compasivo y solidario con aquellos que, supuestamente, aparentan ofrecer alguna clase de peligro. Supuestamente.
Una historia que le sucedió recientemente a una pareja en Londres, Inglaterra, es prueba de eso.
Charlotte Ellis y Taylor Walden (en la foto arriba), perdieron el último tren que salió de la estación Covent Garden, la ciudad enfrenta un riguroso invierno. La noche estaba congelada y ellos tendrían que esperar cuatro largas horas hasta que los trenes volvieran a circular.
Pura compasión
Pero algo inesperado sucedió. Un hombre en situación de calle, llamado Joey, se acercó a ellos y les ofreció prestado un cobertor y una prenda de abrigo, para que pudieran calentarse. Charlotte no dudó en aceptar, incluso bajo la mirada de reprobación de su novio, quien no tardó en rendirse también y aceptar la oferta. Fue algo inusual y conmovedor partiendo de alguien a que estamos acostumbrados a verlo pedir y no donar.
Vale la pena recordar que, si Joey representaba algún peligro para la pareja, lo recíproco también era verdadero. ¿Cuántas personas que viven en la calle ya fueron asesinadas y quemadas vivas por jóvenes delincuentes e inconsecuentes?
Pero lo que Joey no imaginaba era que su gesto resultaría el fin de sus días viviendo en la calle.
La generosidad del hombre, sumadas a algunas horas de conversación entre ellos fue suficiente para que Charlotte decida que Joey iría con ella a su casa. Él tendría un techo y una cama para dormir.
“El hecho de que alguien viva en la calle no lo hace inferior a mí, ni significa que todas las personas sin techo sean drogadictas o alcohólicas. Ellas no deben ser clasificadas como personas malas solo porque están en la calle”, escribió Charlotte en una red social.
Al principio Joey se rehusó a aceptar la invitación, pero terminó cediendo frente a la insistencia de la joven, que alegó que no saldría de allí sin él. “Joey puso toda su confianza en nosotros, así como nosotros pusimos toda nuestra confianza en él”, dijo Charlotte. “Todo lo que necesitaba era que alguien tuviera fe en él e hiciera la diferencia en su vida.”
Además de un techo donde vivir, Joey recibió prendas de ropa nueva, amigos y empleo.
Ciertamente, cuando Joey decidió compartir lo poco que tenía con esa pareja no lo hizo por interés, sino movido por el sentimiento de compasión y empatía, porque él sabía lo mucho que se sufría tener que enfrentar el riguroso invierno de Londres.
El gesto noble de ese hombre que vivía en la calle lo hizo alcanzar algunas de las bienaventuranzas prometidas por el Señor Jesús:
“Bienaventurado el que piensa en el pobre; en el día malo lo librará el Señor.” (Salmos 41:1)
“Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.” (Mateo 5:7)
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