Workaholic se volvió un término muy utilizado en los últimos años y, en resumen, significa adicto al trabajo. Trabajar durante horas, más allá de su horario laboral, llevar más tareas a casa, no dejar de chequear el correo electrónico corporativo durante un paseo en familia o en las vacaciones son algunos de los comportamientos comunes de ese tipo de persona. Para muchos, esa actitud es sinónimo de éxito, pero puede traer perjuicios a la salud y a las relaciones.
Kaique da Silva Ferreira (foto), de 21 años, es profesor de inglés y pasó por ese problema. Cuando tenía solo 17 años de edad, se vio dedicando tiempo en exceso para ser promovido en el empleo. “Perdí el control de la situación cuando me vi con oportunidades de asumir la posición que siempre soñé; no medí esfuerzos para conquistarla. Pasaba noches despierto resolviendo problemas de la empresa y entraba a las 8 de la mañana para salir a las 10 de la noche”, recuerda el joven.
Él hizo eso durante meses y obtuvo lo que tanto quería, pero todo ese esfuerzo se cobraría su precio. Kaique terminó prácticamente abandonando las otras áreas de su vida para tener éxito económico. “Fui reprobado en varias materias y tuve que dejar la facultad. No tenía ni siquiera tiempo para almorzar tranquilamente y terminaba comiendo tonterías, lo que me hizo engordar casi 30 kilos.”
Más allá de los problemas de salud, también se perjudicó en las relaciones. “En ese período, estaba de novio, pero me que quedé totalmente sin tiempo y finalmente terminé. Comencé a tener peleas con mi mamá y estuve ausente en las reuniones y actividades de la Iglesia. Por casi 1 año prácticamente no tuve comunión con Dios”, relata él, que es miembro de la Universal.
En ese momento, Kaique notó que necesitaba cambiar su comportamiento. “A pesar de dedicarme mucho, ellos atrasaban mi pago. Decidí entonces pedir la renuncia y buscar otro empleo, lo que me ayudó a ser más equilibrado. Aún tenía una rutina acelerada, pero cambié mi actitud y no perdí más el control de mi dedicación al empleo”, observa.
Equilibrio
Todo vicio trae perjuicios y termina por perjudicarnos. “El vicio al trabajo hace que se sienta realizado, feliz consigo mismo, aunque sea solo por un tiempo. Pero ser adicto al trabajo va mucho más allá del empleo o empresa. Esa adicción hace que la persona esté cada minuto involucrada en alguna actividad, sea limpiar, organizar, trabajar en la iglesia y encontrar más trabajo cuando uno ya está terminando. En ese proceso, las otras áreas de la vida van muriendo poco a poco”, explica el obispo Renato Cardoso.
Él también enumera algunas actitudes que pueden ayudar a alcanzar el equilibrio:
*Identificar las áreas que están descuidadas.
*Ver lo que usted debería estar haciendo por ellas, pero no lo está haciendo.
*Disminuir los excesos de un área para aplicarse más equilibradamente en las otras que están descuidadas, haciendo lo que es necesario.
¿Reconoce usted que es adicto al trabajo? ¿Qué hará después de leer este texto?
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