La indignación de la Fe que hierve es causada por la acción del diablo al pueblo de Dios, lo que justifica el sentimiento de odio.
Si hay un sentimiento a ser cultivado en la Fe, ese sentimiento es el de la indignación.
Indignación contra la opresión al pueblo de Dios. Entonces, sí, la Fe hierve y es sentida por los que viven por la Fe.
Abraham sintió la indignación de la Fe cuando se enteró del cautiverio del sobrino Lot. No aceptaba tener al SEÑOR como su Dios y perder a su sobrino para los enemigos paganos;
La indignación de la fe de Jacob tampoco fue diferente cuando tuvo que lidiar con su suegro engañador;
Moisés sintió la indignación de la Fe cuando vio a un egipcio castigando a un judío. Movido por la indignación de su Fe en Dios, avanzó sobre él y lo mató;
Josué y Caleb sintieron la indignación de la Fe cuando los demás espías se acobardaron ante la fuerza de los cananeos;
Gedeón sintió la indignación de la Fe cuando los madianitas, amalecitas y los pueblos de Oriente invadieron Israel destruyendo sus plantaciones;
Bajo el reinado de Ezequías no fue diferente. Senaquerib afrentó al Dios de Israel, diciéndole al rey Ezequías:
“¿No habéis sabido lo que yo y mis padres hemos hecho a todos los pueblos de la tierra? ¿Pudieron los dioses de las naciones de esas tierras librar su tierra de mi mano? ¿Qué dios hubo de entre todos los dioses de aquellas naciones que destruyeron mis padres, que pudiese salvar a su pueblo de mis manos? ¿Cómo podrá vuestro Dios libraros de mi mano?” 2 Crónicas 32:13-14
Todos los demás héroes de la Fe un día sintieron la humillación de la afrenta de la miseria, del hambre, de la enfermedad incurable, de la falta de oportunidad, de los problemas familiares, en el matrimonio, en fin, en todas las áreas de la vida. Solo que aprovecharon el limón e hicieron una limonada. Partieron al Altar de Dios y Le reclamaron las providencias que Él mismo había prometido en Su Palabra.
¿Acaso Sus Promesas caducaron? ¿Acaso Él no es el Mismo?
Vea la respuesta Divina cuando el rey Ezequías, vestido de cilicio, se humilló ante el Altar del Templo:
“Por tanto, así dice el SEÑOR acerca del rey de Asiria: Él no entrará en esta ciudad, ni lanzará allí flecha alguna; tampoco vendrá delante de ella con escudo, ni levantará terraplén contra ella. Por el camino que vino, por él se volverá, y no entrará en esta ciudad, declara el SEÑOR. Porque defenderé esta ciudad para salvarla por amor a Mí mismo y por amor a Mi siervo David.” 2 Reyes 19:32-34 (BLPH)