Lorena Verdún estuvo enferma por 15 años, tenía una alergia en la piel que le producía manchas rojas, los médicos no encontraban una cura y ella se sentía angustiada y triste. La depresión generada por los problemas familiares la llevó a los vicios y a la delincuencia. Había perdido a su papá con tan solo 5 años de edad y cuando su mamá rehízo su vida, su padrastro no la quería a ella ni a sus hermanos razón por la que los golpeaba, maltrataba y humillaba, eso generó un conflicto familiar y despertó mucho odio y rencor en ella. “A los doce años ya no dependía de nadie, a los 16 me escapé de mi casa durante un mes, estaba escondida para llamar la atención. Recuerdo que fumaba, también me drogaba con cocaína y marihuana, buscaba lastimarme porque me odiaba”, cuenta.
Tiempo después conoció a quien hoy es su esposo, pero en vez de ser feliz, pasó por una situación similar a la de su mamá. “Tenía muchas cosas guardadas en mí, entonces mi matrimonio se destruyó. Cuando estábamos de novios, veía algunas cositas raras pero creía que él iba a cambiar. Como quería irme de mi casa, la solución era irme con él, entonces, estando de novios soportaba que fuera violento conmigo, que me gritara o me golpeara. Yo pensaba que había hecho algo mal y me culpaba.
Él tenía vicios, cargaba con un pasado similar al mío, estuvo en un centro de recuperación por las adicciones de donde salió peor. Queríamos cambiar, nos propusimos dejar las drogas, pero con el tiempo nos involucramos nuevamente con el vicio, y eso que ya teníamos una nena. Nos drogamos por catorce años, mis hijos veían todo. Reconozco que en lugar de comprar alimentos, hemos comprado drogas. Llegamos a un punto en que mi hijo de cuatro años, el más chiquito, hacía lo mismo que su padre con una piedrita del patio imitándolo cuando él preparaba la droga. Eso me destrozó”, dice Lorena.
Toda la familia llegó a la Universal tras la invitación de un familiar, necesitaban ayuda de inmediato. “Participamos de la reunión y notamos la diferencia, mi esposo salió diferente, tranquilo, había llegado nervioso y con un dolor en el pecho por una arteria tapada. Nuestro pensamiento cambió, entendimos que había una salida, abrimos nuestro corazón para Dios, perseveramos y Él nos liberó del vicio, puedo afirmar que todo lo malo salió de nuestra vida. Nuestra hija fue sanada de asma, ahora lleva una vida normal.
De a poco nos fuimos liberando, en tres semanas fuimos libres de las drogas, el problema era espiritual. Perseveramos en las reuniones, participamos de la Hoguera Santa y el matrimonio cambió. Gracias a Dios cesaron las agresiones, porque él me golpeaba incluso estando embarazada, ahora él tiene otro trato para conmigo, podemos sentarnos a hablar, proyectamos juntos, todo cambió. Además, ya no dependemos de nadie económicamente, hoy podemos darle a nuestros hijos todo lo que necesitan”, finaliza sonriendo.
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